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architexts ISSN 1809-6298

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Esta es la última de cuatro partes del artículo "La arquitectura en la Argentina (1965-2000)" en Arquitextos, publicado originalmente por la Academia Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires.


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GUTIÉRREZ, Ramón. La arquitectura en la Argentina (1965-2000) – Parte 4. Arquitextos, São Paulo, año 15, n. 171.01, Vitruvius, ago. 2014 <https://vitruvius.com.br/revistas/read/arquitextos/15.171/5286>.

2.9 El posmodernismo. Del neoneoclasicismo a la banalidad

En los años 80 la crisis del ideario del Movimiento Moderno, o si se prefiere la mala acción de quienes decían aplicar ese ideario, llevaron a la apertura definitiva de las compuertas al clima cultural globalizado que expresaba la posmodernidad. Loque sucedería en la arquitectura es en realidad reflejo de un estado de ánimo general expresado por el desencanto de un mundo cultural y social cuyos objetivos movilizadores se habían vaciado de contenido. Entre nosotros la represión en los sesenta y setenta de las alternativas “revolucionarias” había dado lugar a la sociedad del temor, enajenada y frustrada que se refugiaba en el individualismo para superar el duro trance del momento.

La desesperanza era el tono vital de la posmodernidad, seguida de una euforia presuntamente “liberadora” que permitía adoptar, sin compromiso alguno, cualquier postura. Así en “La Escuelita” escuché cómo se nos reclamaba a los historiadores de la arquitecura la realización de un corpus de orden clásico academicista, volviendo a la etapa neoclásica. Como diría Argan esta era “la vanguardia de los cangrejos” que regresaban para atrás. Bruno Zevi era todavía más categórico y decía que “los posmodernistas son traidores con culpabilidad de conciencia y se ven obligados a producir lo obsoleto, lo evasivo, lo gracioso, lo curioso, lo irónico, en síntesis, algo que pronto se torna aburrido”. “Volver a Beaux Arts o predicar la confusión sólo por la diversión que ello importa no es, sin embargo revolucionario.” (1)

Estaba claro que en esta instancia de la euforia del “vale todo” subyacía el fracaso del horizonte prometido por el Movimiento Moderno ya entregado a los juegos formalistas y obviando la prioridad de las funciones y las respuestas sociales. Es cierto que Alberto Varas, que nos formulara aquel reclamo, venía con sus compañeros de equipo trabajando en propuestas de diseño que retomaban las antiguas normativas del academicismo; la composición que les aseguraba un orden, los ejes que le permitían jerarquizar las partes, en definitiva haciendo “alusión a conocimientos que pertenecen a la disciplina arquitectónica en un sentido histórico.” (2)        

Por otra parte el rechazo al Movimiento Moderno implicaba no solamente a sus resultados, sino –equivocadamente– a sus postulados y sobre todo a aquella raíz ilustrada que confiaba ciegamente en la razón. Venturi, por ejemplo, se proclamaba paladín de la confusión, aplaudía la falta de lógica y proclamaba irónicamente la vigencia de la dualidad. Asíla posmodernidad arquitectónica aceptaba el fin del progreso para vivir al día en sus propuestas efímeras aunque fue más reticente en decretar el fin de la historia porque siguió viendo en la arquitectura histórica la cantera a la cual recurrir para sus “citas” para entendidos. Su aprovechamiento de la historia se reduce al uso de sus testimonios. Se señalaba: “lo nuevo es el reciclaje, recupera el pasado, es posmoderno, lo materializa en grandes escenografías y ornamentaciones delirantes” (3). De todos modos los arquitectos posmodernistas estaban desembarcados de la historia y no pretendían estar construyendo un sitio en ella, más allá de las operaciones de marketing individuales a las que fueron tan afectos.

Como señalaría Albino Gómez. “Los modernos, creyendo posible construir un futuro mejor, sacrificaron el presente al futuro y, como no hay futuro, se quedaron sin presente y sin futuro. Los posmodernos, convencidos de que no existen posibilidades de cambiar la sociedad, han decidido disfrutar al menos del presente”, lo que llama el tiempo del “yo” y del intimismo para la realización personal. Agregaba "La posmodernidad entraña también la muerte de la ética. Lógicamente, eliminada la historia, ya no hay “deudas” con un pasado arquetípico, ni “obligaciones” con un futuro utópico. Cuando queda tan solo el presente, sin raíces ni proyectos, cada uno puede hacer lo que quiera. Ahora la estética sustituye a la ética." (4)

En esta perspectiva de la posmodernidad donde la razón deja su espacio a las opciones casuísticas de la sensibilidad desaparecen los modelos y también las tipologías aunque no falten referencias lúdicas desde el replegarse a las formas geométricas y volúmenes puros, hacer la arquitectura de “sacabocados”, utilizar, onerosamente, la doble fachada y en fin apelar al gesto efímero o al color gratuito, porque en definitiva ha caducado el mundo de las certezas y hay que aprovechar los 15 minutos de gloria que prometió Andy Warhol (1928-87). Esta arquitectura expresa también la fragilidad de las propuestas y los profesionales que las ejercitan toman los gestos y muecas como elementos trascendentes de un aquí y ahora que se agota en instantes. Acertadamente Liernur la definió como “El imperio de la frivolidad”.

Obras de importancia como el Centro Cultural de la Recoleta que implica el reciclaje de un antiguo convento del siglo XVIII y un hospicio del siglo XIX, fue sin dudas una mejora importante para la ciudad. Sinembargo apelando a ese sentido lúdico y sin mayor compromiso, Jacques Bedel (1947), Luis Benedit (1937-2011) y Clorindo Testa, más allá del poco respeto a ciertos rasgos patrimoniales, rematan el conjunto con elementos de asombrosa gratuidad. (Fig.61) Como diría Marina Waisman el conjunto “se resiente de un frívolo posmodernismo que se advierte especialmente en el hall de entrada y en las injustificables y poco gratas “ruinas” a la Venturi de la terraza.” (5)

El regodeo en el uso de la geometría, los dibujos en perspectiva caballera de difícil lectura para el común de la gente. Unaprofesión que ha tendido a encerrarse en cápsulas de comunicación para iniciados, dejó al mismo tiempo el campo abierto a la especulación inmobiliaria, donde muchas veces sus propios profesionales participaron activamente en el tema. Si antes se había expandido el territorio de la acción profesional del arquitecto, hacia la última década del siglo su espacio se diluyó y fue invadido por profesiones afines que reivindicaron escenarios y por los exitosos propulsores de la comunicación donde la arquitectura suele ser meramente un soporte.

El repliegue sobre lo lúdico afectó también a la enseñanza de los talleres de arquitectura donde la falta de compromiso de las ejercitaciones se potenció en los juegos que el nuevo equipamiento informático ofrecía garantizando la pérdida del dibujo como un elemento expresivo del oficio. En este sentido las tres décadas que van de1960 a1990 vieron revolucionar totalmente el instrumental desde el tiralíneas, el balustrín y la regla de cálculo, al speedball, la lapicera tintenkuli, las graphos, la rotring y la rapidograph hasta llegar raudamente al autocad. Unos mecanismos que en definitiva alteraban los métodos pedagógicos y abrían las compuertas a una oferta más amplia de imágenes de potencial accesibilidad ya lejos del sistema Monge. En la globalización padecimos nuevas enajenaciones pedagógicas con la presencia de Talleres de arquitectura internacionales en la UBA donde se realizaron y ponderaron temas comola “Terminalde Zeppelines” para Buenos Aires ola “Casade la identidad” (6). En estos juegos nos entretuvimos y copiando a Madrid hicimos el Concurso “20 ideas para Buenos Aires”. Las de Madrid se construyeron y entre nosotros todo quedó como un juego de diseños de una posmodernista arquitectura de papel.


Foto Federico Ortiz [Archivo CEDODAL]

Como regresando a las propuestas de los juegos de arquitectura de la primera mitad del XIX aparecieron en nuestras ciudades una serie de volúmenes cilíndricos, cúbicos, cónicos, paralelepípedos autónomos cuya idea rectora era nada más que la forma y ofrecía la supuesta flexibilidad de ella para multifunciones (7). Las obras de Miguel Ángel Roca en Córdoba como en La Paz (Bolivia) son un muestrario de este juego lúdico que complementa con la utilización de los colores saturados que Chucho Reyes (1887-1977) facilitara a Luis Barragán (1902-1988) en México.

Miguel Asencio (1931-2009) advertía en 1980 que las propuestas de Roca incluyen un lenguaje “cuya morfología trabaja con formas virtuales y relaciones que el espectador o usuario completa: fustes de columnas, pórticos no finitos, rebatimientos. El diseño propuesto corre el riesgo de anteponer el ingenio a la inteligencia; la fachada rebatida de la Catedral, ininteligible y formalmente inocua desde el usuario peatón, es sólo explicable a partir de las visuales elevadas y desde ellas seductora como abstracción intelectual. También ciertas formas no finitas corren el riesgo de estar más próximas a recursos escenográficos, válidos por su transitoriedad pero inexplicables como el caso del puente peatonal sobre la peatonal.” (8)

El mecanismo del marketing estaba tan ajustado que algunos estudios comoel de JuanCarlos López (1938-96) y asociados, autor de los exitosos “Shoppings” de Galería Pacífico, Patio Bullrich y Alto Palermo contrataba un arquitecto para que le hiciera la crítica a las obras y le diera argumentos para rebatirlas. Así ante la escenografía espacial los autores propondrían la dinámica renovación decretando lo efímero de lo ornamental y justificando su endeble materialidad, todo ello para justificarse en la necesidad vital del consumidor de vivir con la alegría de un espacio virtual y cambiante.

Ya en Europa y Estados Unidos es frecuente que los grandes estudios tengan su propio equipo de prensa y difusión que semanalmente advierten a los medios sobre las novedades dela oficina. Secreaba así la promoción del croquis rápido, de la evolución de la idea, de una arquitectura en permanente proceso de gestación y transformación con imaginarios fantásticos que formaban parte de la inserción de la arquitectura en “la cultura del espectáculo” y por ende de lo escenográfico y efímero como las gaviotas y las palmeras de los shopping centers. La arquitectura es cada vez más un objeto de consumo rápido que se valora exclusivamente en la perspectiva del éxito que determinan los canales mediáticos de las revistas específicas para el sector académico-profesional o las masivas que van al público general que consumirá la arquitectura.

Las revistas de arquitectura tienen un papel fundamental para el escenario académico en la medida que todo lo que se publica allí se califica de inmediato como “buena arquitectura” y lo que no aparece se desdibuja o pasa a la categoría dialéctica de “mala arquitectura”. Utilizando la fotografía como elemento esencial de la comunicación, cuyo valor se ha generalizado casi como equivalente al conocimiento de la propia obra, se enseña hasta criterios para “ver” la arquitectura, por ejemplo eliminando toda contaminación humana a la misma, eligiendo fotos tomadas antes en horarios imposibles y hoy eliminando (photoshop mediante) las imágenes que “contaminan” al purismo de la obra arquitectónica y al valor intrínseco dela fotografía. Corolario: la gente molesta a esta arquitectura considerada como un ícono visual y un objeto artístico.

En el colmo de la contradicción la arquitectura cuya razón de ser es construir para dar respuestas a los requerimientos de la comunidad, comienza a aplaudir las obras de ruptura del Grupo Site y a fomentar la deconstrucción y la recomposición en una suerte de banalidad suicida con su propio sentido ético pero compatible con la idea de un nuevo eclecticismo que ensambla fragmentos prestigiados de antiguas arquitecturas. Mientras ideas centrales de la arquitectura como la de la “perdurabilidad” de la obra desaparecen en aras de unas arquitecturas efímeras que apuestan al impacto comunicacional del momento sin atender a su mantenimiento y duración, se prestigian estas suertes de “citas” arqueologistas de una valoración de “eternidad” definida por su carácter clasicista.

Así, mientras en la arquitectura de firma “valía todo” se generaba en la Universidad y en los concursos la distancia que señalaba Fernando Diezentre la “arquitectura de proposición”, aquello que se gestaba como respuesta posible y la “arquitectura de producción”, aquella que realmente se llevaba a la práctica. Elcreciente lenguaje críptico, el vedettismo y búsqueda de la singularidad de las elites profesionales y académicas los llevó a perder el carácter modélico que tenía para el basamento productivo de los sectores populares y desarticula esta vinculación. Antes, un público genérico creía entender el “estilo” de una obra, luego, con el fin del academicismo, afirmaba globalmente que aquello era de “estilo moderno” y finalmente ahora, posmodernidad mediante, la consideraba de “cualquier estilo”. Es curioso como la posmodernidad que parece justificarse en una reacción frente al elitismo moderno, termina generando una nueva elite individualista donde la arquitectura en sus fundamentos se ha desvalorizado en favor de otros ámbitos profesionales que la manipulan.

Por ello crecientemente el arquitecto va perdiendo su ya limitado espacio específico. Si por una parte lo abre temáticamente hacia los problemas ambientales, urbanos y territoriales por otra parte la gestión de las obras de arquitectura empiezan a ponderar el papel de las intermediaciones y controles con la presencia, de los diversos “especialistas”, como los desarrolladores inmobiliarios. El denodado esfuerzo del arquitecto por preservar su campo específico sobre las decisiones del proyecto muestra este proceso reductivo que trasciende la singularidad de las propias obras para mostrar la decadencia de una profesión. El espacio de los arquitectos quedó de alguna manera reducido a la limitada obra pública, las encomiendas de viviendas privadas de los sectores de más altos recursos y, eventualmente, a los reclamos de las corporaciones transnacionales donde tenían una dura puja con las estrellas del “Star System” internacional que seducían con sus posibilidades mediáticas a gerentes y funcionarios. Lejos habían quedado los temas sociales, la vivienda popular, la renovación urbana y la transformación del hábitat proclamadas como insignias por el Movimiento Moderno.

López J. C y asociados. Galerías Alto Palermo. Buenos Aires, 1989-1990. Modulor [Archivo CEDODAL]

La década de los 90 que llevó a los caminos de la globalización neoliberal y la pérdida consiguiente de los valores sociales y culturales más preciados de nuestra comunidad, abriría las compuertas al individualismo que ya venía ejerciéndose puntualmente con el “sálvese quien pueda” de la dictadura hasta 1983 y que revivía en esta nueva óptica de accesibilidad al primer mundo y al éxito al que se pensaba que estábamos destinados los argentinos. La arquitectura fue un objeto más de la fiebre consumista, la que decretó prematuras obsolescencias de los objetos formalistas, impulsó la necesidad de supuestos contenidos simbólicos de efímera vida y privilegió decisivamente la superposición comunicacional sobrela arquitectura. Así, en su inserción urbana las obras requerían un lenguaje impactante que convocara la atención, mientras que en el interior de las mismas podían desarrollarse tratamientos ornamentales capaces de ayudar a “caracterizar” (antigua noción academicista) las funciones de los mismos. La unidad de exterior-interior que había sido un criterio dominante para valorar la homogeneidad y coherencia de la obra se disociaba en este proceso. Era el éxito rotundo del “tinglado decorado” de Venturi frente al denostado “delito ornamental” de Loos.

La antigua escala de valores fue suplantada por el éxito medido en la comunicación de los medios, en el aplauso de los gestores y en el supuesto entusiasmo propio de un público tan dispuesto a sorprenderse por la novedad como a decretar su desinterés inmediato. Las obras de esta década mostraban sumatorias de gestos en el equipamiento, el tratamiento del color y la ornamentación que generaron unos tristes lugares carentes de carácter y flexibles para cualquier uso en aras de dispendiosos espacios residuales. También la generación de símbolos identitarios de “marcas” transnacionales impusieron su convocatoria y presencia con nuevos códigos donde la arquitectura no alcanza niveles protagónicos. Los Mac Donald’s, Burger y otras cadenas son ejemplos suficientes. El arquitecto opera en estos casos con muy estrecho margen de creatividad y de capacidad de desarrollar sus talentos.

Esto no significa que no haya esfuerzos de estudios profesionales de arquitectura trabajando con diseñadores para compañías de cierta envergadura que hayan estudiado, propuesto y realizado conjuntos de redes edilicias de calidad en un lenguaje formal y comunicacional identificable. No estamos seguros que la renovación de las estaciones gasolineras de YPF sean mejores que la red que en los 40 realizó Antonio Vilar (1887-1966) con la colaboración deWilly Ludewig(1902-63), pero por lo menos muestran una cierta coherencia espacial. Tampoco creemos que los espacios de los multicines hayan obtenido un perfeccionamiento frente a los diseños más tradicionales, aunque terminan acercándonos al ambiente de los “shoppings”, una entelequia comercial cuyo éxito parece limitarse a los patios de comida y los cines, si uno atiende a la rápida rotación de los comercios.

Sobre estos temas de la “crisis de autenticidad” y pérdida de los antiguos valores de la arquitectura,Fernando Diezha señalado con claridad el retroceso de las exigencias profesionales bajo el efecto de la economía o del sistema comunicacional dela obra. Recuerdala Torre Panamericana Plaza (Fig.63) de Lier y Alberto Tonconogy (1941) que finalmente recurre a los perfiles externos decorativos (no estructurales) para rememorar la propuesta miesiana y que lo propio aparece en las obras de SEPRA en las torres de Catalina Norte en Alem y Córdoba o en los “Edificios Costeros” de Puerto Madero de los estudios de Solsona y sus asociados, Baudizzone y sus asociados y los de Urgell y Penedo (1945) hacia 1999 donde se altera definitivamente aquella antigua idea fuerza de la modernidad exigiendo la “sinceridad constructiva”.

Es cierto que las presiones de las transnacionales y la transferencia de tecnologías van cambiando hasta los criterios de diseño de estudios consolidados como el deMario RobertoÁlvarez que utiliza el sistema de balcón corrido que utiliza para sus edificios de cristal como el de American Express (1988), IBM, o la Bolsa de Comercio de Rosario (1993). En cambio en la torre de Oficinas Intercontinental adoptará (modificando su proyecto inicial) una estructura de acero y una piel lisa importada de Estados Unidos con franjas horizontales metálicas (9). El discurso dual acompaña a estos edificios vidriados que se pretende hacernos creer que son “sustentables”.

Ante el riesgo de la utilización reiterada del repertorio individualizable, hay estudios como el de Solsona y asociados, cuya prédica por las torres como solución de vivienda viene de larga data, que ahora reclama la necesidad de que su visualización asegure un novedoso papel simbólico en esta etapa de nueva modernidad. Los conjuntos de Torres de Alto Palermo (1994) con otros estudios, Torres de Abasto (1997), Torres de Bulnes y Altos Porteños (ambos en el 2000) son indicativas de muchas otras realizadas por otro conjunto de profesionales calificados como los estudios de Roberto Aisenson (1936),Mario RobertoÁlvarez, Luis G. Camps (1958) y Ramiro Tiscornia (1959), Lier-Tonconogy, Urgell-Penedo, entre otros.

Estas realizaciones supuestamente pedidas por el omnipotente “mercado”, evidencian el éxito inmobiliario de obras residenciales en una ciudad como Buenos Aires que tiene, dentro de su jurisdicción, la misma población que en el censo de 1947 y ha duplicado su superficie cubierta. El resultado concreto es que hay más de un 20% de unidades de habitación vacías y todavía una buena parte de la población carece de viviendas dignas. De esta manera otro de los fundamentos principistas de los arquitectos modernos: la justicia social, desaparece ante su claudicación frente al mercado especulativo que exige ahora estas “torres-country” como un ghetto de riqueza autosuficiente en medio dela urbe. Lastorres de la década preanunciaban las del siglo XXI en Puerto Madero y la impactante alteración y ruptura de varios barrios porteños.

Estamos hablando de aquellos estudios cuya trayectoria llevaba a pensar que los fundamentos del Movimiento Moderno tenían todavía una vigencia en sus propuestas. Mucho más clara es la concesión absoluta a lo que se entiende como la exigencia del comerciante frente a los consumidores como han practicado en sus centros comerciales elestudio de JuanCarlos López y sus socios, atentos siempre al “estímulo del consumo” de la novedad y el impacto visual decorativista.

Al culminar el siglo fueron surgiendo otras propuestas vinculadas a las tendencias “minimalistas” y de retorno a una arquitectura de búsquedas creativas y sensatas que apartándose de las claudicaciones de lo efímero fuesen capaces de recomponer el diálogo con los principios sustantivos dela modernidad. Dentrodel Grupo “R”, la casa en la barranca deRafael Iglesia(1952) y su edificio Altamira ambas en Rosario (1999) y en la misma ciudad las obras deMarcelo Villafañe(1951) y Gerardo Caballero (1957) pusieron una renovada dinámica a su arquitectura. El Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) de los arquitectos Gastón Atelman (1968), Martín Fourcade (1967) y Tapia (1969) en la misma época parecían mostrar un retomar de caminos con calidades. La obra de Iglesia en la década siguiente demostró la coherencia de la misma, mientras que el estudio de los jóvenes arquitectos del MALBA, testimoniaban la debilidad de la profesión aceptando los caprichos anacrónicos de su comitente Eduardo Constantini para hacer edificios “neofranceses” en lenguajes académicos del siglo XIX, atentos al principio posmodernista del “estímulo al consumidor” y a la indeclinable rentabilidad oportuna. En la línea de las “evidencias” tecnológicas el edificio de Metrogás de Federico Aja Espil (1952) y María Cobelo (1952) muestra una valorización del espacio interno y una transparencia que potencia las calidades del mismo. A la vez, siguiendo las euforias de las “marcas” se buscó una imagen corporativa de la empresa.

Atelman y Asociados. MALBA. Buenos Aires, 1998-2001. Foto Patricia Méndez [Archivo CEDODAL]

2.10 La preservación del patrimonio y la recuperación de la memoria

Probablemente entre los rasgos más interesantes y positivos de la posmodernidad se encuentre la revaloración del patrimonio luego del período de ausencia militante en que el Movimiento Moderno intentó sumergir ala historia. Perotambién debe aclararse que esta reivindicación era propia de una vertiente que compartía esa vigencia mientras que otra fuerte corriente “posmo” decretaba, sin anestesia, el fin de la historia.

Lo cierto es que luego de la posguerra, que significó en Europa la búsqueda de afianzamiento de ciertos hitos edilicios que marcaban la identidad urbana destruida por atroces bombardeos, la sanción de la carta de Venecia en 1964 significó un acuerdo conceptual sobre las modalidades de intervención en edificios de valor patrimonial. La creación en 1972 de la Convención del Patrimonio Natural y Cultural de la UNESCO marcó a la vez un mecanismo de reconocimiento que ha ido a través de los años perfeccionando sus sistemas de selección, criterios de valoración y exigencias de planes de manejo adecuados.

En la Argentina la defensa del patrimonio urbano fue y sigue siendo muy compleja. Por una parte la legislación nacional que data de 1940 no contempla claramente protecciones en esa escala, sino objetos puntuales. A ello se suma que hay una tradicional presión de intereses especulativos de los sectores inmobiliarios, articulados con grandes estudios de arquitectura y empresas constructoras que han venido deteriorando sin pausas la calidad de vida de nuestras ciudades. Ello es claramente visible en el área de concentración de casi el 50% de la población del país localizada en el eje Rosario-Buenos Aires-La Plata.

Durante la dictadura de 1976-83 las campañas mediáticas contra la preservación fueron dirigidas por promotores inmobiliarios como Rodolfo J. W. Vinelli (1909-2004). Algunos colocaban carteles advirtiendo que si se mantenía la protección al Centro Histórico deBuenos Aires, “San Telmo estaba en manos del comunismo” logrando finalmente la desafectación de buena parte del área de protección que en su momento había obtenido la gestión municipal del arquitectoJosé María Peña (1931) (10).

Un cambio importante en laconcepción del patrimoniocultural fue visible en la gestión que desde 1985, y durante más de un lustro, realizó el arquitectoJorge Enrique Hardoya cargo dela Comisión Nacionalde Museos y Monumentos Históricos. Una de las manifestaciones principales fue ampliar el campo de la lectura de lo histórico a lo cultural, valorando los aspectos patrimoniales de otro tipo de edificios como los industriales, sociales o de carácter público por su significado identitario con las comunidades. También la apertura a las obras de los siglos XIX y XX como expresión patrimonial, lo que implicó la inclusión de los antiguos Territorios Nacionales y nuevas provincias en la comprensión de una lectura patrimonial a escala nacional sin exclusiones.

Valorarel patrimoniodela modernidad y de lo contemporáneo exigía una lectura más abierta que lo estrictamente histórico y apreciar a la vez los elementos de relación de las obras conel patrimonioinmaterial que muchas veces las ponderaban. La anterior actuación de Hardoy en el campo de planeamiento urbano ratificó también la pertinencia de trabajar sobre los Centros y los poblados históricos con políticas específicas que se integraban a una nueva dimensión del planeamiento participativo superando los antiguos instrumentos modélicos de un urbanismo de “tabula rasa” que soslayaba la ciudad existente y su evolución histórica (11). Estos cambios posibilitaron una mayor inserción de los temas del patrimonio arquitectónico y urbano en la vida cultural y social de los argentinos que se articuló paulatinamente con la defensa de los postulados ambientales y ecológicos, generando una creciente participación ciudadana. No en vano participarían de aquella Comisión entre otrosFélix Luna(1925-2009) como historiador, Ana María Lorandi en los aspectos antropológicos y Jorge Morello en temas ambientales.

En esa etapa de apertura temática y conceptual tuvieron una activa participación los arquitectos Marina Waisman desde su trabajo persistente en la reflexión y el debate arquitectónico,Alberto Nicoliniy Dick Alexander en la formación de equipos de trabajo en el norte argentino yFederico Ortizy Alberto De Paula (1936-2008) en Buenos Aires que darían continuidad hasta fines del siglo XX a las ideas que sustentaron la acción de Hardoy enla Comisión Nacionalde Museos, Monumentos y Lugares Históricos. La revista “Documentos de Arquitectura Nacional y Americana” que editáramos con Dick Alexander desde 1973 y donde Hardoy condujo una sección de Historia urbana, llevó adelante las campañas de defensa patrimonial en nuestro país y en el continente. En la década de los noventa la desarticulación del organismo ejecutivo de las obras,la Dirección Nacionalde Arquitectura, puesta a cargo de profesionales de otras disciplinas ajenas a los objetivos culturales de estas políticas, limitó seriamente un tiempo de acción que podría haber logrado mejores resultados. Posteriormente la dinámica gestión política dela Lic. MagdalenaFaillacelogró, sin embargo, duplicar el reconocimiento de los conjuntos patrimoniales reconocidos en el país desde 1940 aunque su gestión no fuera acompañada de los recursos económicos que le hubieran permitido dar respuesta a las nuevas demandas que tal crecimiento exigía.

En aquellos tiempos del neoliberalismo de los noventa eran las firmas de los arquitectos los que vaticinaban que el siglo XXI sería el escenario de una gran lucha entre la “modernidad” de las torres y las actitudes supuestamente “reaccionarias” de quienes defendían el patrimonio (12). En realidad esta era una polémica entre los que privilegiaban a su propio negocio y quienes deseaban proteger otra escala urbana, la preservación del patrimonio edilicio como elemento sustancial de identidad cultural, un adecuado paisaje y la mejora de la calidad de vida no solamente para el centro sino también para los barrios que ya, en el siglo XXI, están siendo arrasados por una arquitectura comercial de bajísima calidad.

Los temas de las concesiones de los espacios públicos, los intentos de privatizar el propio equipamiento de la ciudad ha sido objeto de acciones que afectan al bien común urbano y que han sido realizados por gobiernos municipales de distinto signo político en las últimas décadas ante la protesta de organizaciones cívicas y profesionales.

Proyectos que parecían fundarse en una recuperación patrimonial como los de la apertura de Puerto Madero en Buenos Aires, lograron en una primera etapa consolidar nuevas funciones urbanas y recuperar los antiguos “docks” revalorizando el área de la costanera sur. Sin embargo, la formación del barrio “Puerto Madero” implicó la privatización de más de un centenar de hectáreas de tierra pública, demoliciones de edificios de interés patrimonial como los silos harineros que habían sido ponderados por Gropius y Le Corbusier y finalmente la creación de un área urbana de altísima especulación que se encuentra desocupada en más de un 50%, con el agravante de la construcción de torres que alteran el medio ambiente frenando las brisas del río hacia el centro de la ciudad (13).

Curiosamente la profesión de arquitectos que negaba validación al patrimonio empezó desde la década del90 atrabajar activamente en la rehabilitación y reciclaje de edificios de valor patrimonial, atendiendo no sólo a la calidad de su construcción anterior, a su localización urbana sino también a los valores simbólicos que los mismos expresaban. Buena parte de los estudios de arquitectura jóvenes y algunos consagrados profesionalmente dedicaron sus esfuerzos a este tipo de obras.

Beitía. Museo Xul Solar. Buenos Aires, 1993. Foto atención Pablo Beitía [Archivo CEDODAL]

Algunas de ellas, como el creativo Museo Xul-Solar dePablo Beitía(1953) realizada en 1993 fue la obra premiada enla I BienalIberoamericanade Arquitectura celebrada en Madrid ratificando las posibilidades de generar valores espaciales notables operando sobre tipologías residenciales tradicionales. En un trabajo de cuidadosa restauración la intervención delestudio de JorgeHampton yEmilio Rivoira(1948) en la casa central del Banco Boston, mostraba la preocupación por el resguardo patrimonial de una nueva generación de arquitectos.

Hampton-Rivoira. Restauración del Banco Boston. Buenos Aires, 2000. Atención Emilio Rivoira

La recuperación de determinadas producciones agroindustriales generaron interesantes reciclajes y complementaciones de antiguos edificios en el medio rural. Tal el caso de las bodegas mendocinas que desde mediados de la década del 90 comenzando con Tomba y Bombal y luego con las de nueva planta diseñadas por el estudio de Eliana Bórmida (1946) y Mario Yanzón (1942) como las Bodegas Salentei,  El Portillo y Fournier o por SEPRA que realizala bodega Catena Zapata.

En las ciudades principales sucedió un fenómeno similar por la obsolescencia de sistemas ferroportuarios y fabriles que a la luz de las políticas de privatización o cierre dejaban libres extensas superficies de tierras urbanizadas. Algunos ejemplos como el dela Fabril Financieratransformada para Universidad de Quilmas porMederico Faivre(1944) y Juan Manuel Borthagaray, el de los Talleres ferroviarios de Remedios de Escalada para Universidad de Lanús por Moscato y Schere u otros para la Universidad de San Martín mostraron la vitalidad de estas propuestas en la idea de aprovechamiento del patrimonio industrial y a la vez, recuperación de dinámicas urbanas en áreas otrora deprimidas.

Hacia fines del siglo XX una buena parte de la matrícula profesional trabaja en proyectos de rehabilitación o reciclaje poniendo en evidencia la pertinencia de políticas que aseguran el aprovechamiento del patrimonio construido con renovados usos. Aun estudios caracterizados por su lejanía con las concepciones preservacionistas han contribuido con obras de interés y calidad como la recuperación de los antiguos silos de granos para usos hoteleros o residenciales (caso reciente del conjunto Faena o de los silos de Dorrego con participación de los estudios de Dujovne, Solsona y Varas), la recuperación de edificios industriales como La Algodonera de Jorge Bunge de Berardo Dujovne (1937) y Silvia Hirsch (1938), la estación de ferrocarril de Neuquén para Museo (Mario RobertoÁlvarez y asociados) o los Lofts dela calle Darwinen Buenos Aires de Osvaldo Giesso (1925) y Fernando Manzone (1953) hacia 1989, son algunos de los múltiples ejemplos posibles de recordar.

También es cierto que en muchas de estas intervenciones los edificios patrimoniales han perdido algunas de sus cualidades esenciales. En el Shopping instalado en el viejo mercado de Abasto no solamente se destruyó la antigua estructura de hierro del primer mercado, que había sido conservada en la obra de Del Pini y Sulsic. También la introducción de varios entrepisos, que aumentaban la rentabilidad en el nuevo proyecto, le quitó los valores espaciales que la obra tenía. En el caso del Palacio Alcorta se mantuvo el imaginario externo de la obra, pero se destruyó el notable ejemplo de la pista de pruebas de automóviles que había construido Mario Palanti en la azotea del edificio.

Las obras del estudio de Mederico Faivrey Norma Román (1946) son indicativas de una ajustada preocupación por la revalorización de los valores rescatables o patrimoniales de aquellas edificaciones preexistentes como puede apreciarse en el Centro de Estudios Bíblicos de Olivos y en el convento dominico de más reciente ampliación (14). Un trabajo de características muchas veces artesanales con una sólida búsqueda espacial de carácter innovador, que no desmiente su formación plástica, se vislumbra en la obra deGiancarlo Puppo(1938) cuya preocupación por los temas vinculados a la calidad de los ambientes urbanos y a la defensa de obras de arquitectura se manifiesta en varios de sus escritos y exposiciones (15). La tarea realizada en el reciclaje dela Torre Bencichpor el arquitectoDaniel Fernández(1947) y la recuperación del Hotel Provincial de Mar del Plata por la acción de los arquitectos Alejandro Novacovsky (1953) y Felicidad París (1958) junto al estudio de Carlos Mariani (1941-2009) son otras obras destacadas.

Borthagaray-Faivre. Reciclaje de la Universidad de Quilmes. Bernal, Buenos Aires, 1994-2000. Atención Mederico Faivre
Foto Alejandro Leveratto [Archivo CEDODAL]

También fue claro en estas últimas décadas el proceso de cambio de las ideas patrimoniales desde lo estrictamente “histórico”, a una visión más amplia de lo “cultural” hasta llegar a la convicción de que existe un patrimonio “construido” que por razones de austeridad en el uso de los recursos, de no mediar obsolescencia, debe ser aprovechado y reciclado. El cambio de la escala del “monumento” aislado al conjunto y a las lecturas urbanas potenciaron la tarea patrimonial valorando las manifestaciones que más allá de los centros históricos, testimoniaban a los diferentes barrios. También la recuperación de técnicas tradicionales ha sido una preocupación para la valoración y preservación de las arquitecturas vernáculas pudiendo destacarse las búsquedas del arquitecto Carlos Antoraz (1950) en Jujuy (16).

No faltarían algunas lecturas fundamentalistas que abogaron por el congelamiento de los edificios de valor patrimonial o de áreas urbanas, exigieron el mantenimiento de restos de edificios destruidos o ensayaron acciones que solamente posibilitaban la museificación de las obras y los centros históricos. Sin embargo, la conciencia de la población y una creciente participación popular han ido delimitando los equívocos alcances de estas premisas. Hoy ya está claro queel patrimonioconstruido “tiene que ganarse la vida” prestando usos y funciones que sean adecuadas a sus características y posibilidades de rehabilitación. También existe conciencia sobre la necesidad de que la nueva obra de arquitectura exprese los rasgos de su tiempo y por lo tanto evite copiar regresivamente obras del pasado. La arquitectura moderna debe, a su vez, ser capaz de integrarse contextualmente y respetar las obras patrimoniales.

Giesso y Asociado. Lofts de Darwin. Buenos Aires, 1990. Atención Miguel Rodríguez Arias [Archivo CEDODAL]

Existe también una valoración de reconocimiento de aquellos espacios de uso público que caracterizan a las ciudades como se ha hecho con los cafés de Buenos Aires o los boliches de Montevideo, creando inclusive hitos ciudadanos con inclusión de obra nueva como el bar El Taller en Palermo de Hampton-Rivoira. Las declaratorias de Áreas de Protección Histórica (APH) en muchas ciudades y las Ordenanzas sancionadas para la preservación patrimonial, con diversos niveles de cuidado, en las principales ciudades del país muestran el crecimiento del tema consolidando la memoria urbana.

Ellas han sido acompañadas por procesos de Catalogación de los edificios patrimoniales que en algunos casos, como Mar del Plata y Santa Fe, han sido realizados por las propias Universidades en otros por grupos de investigadores como los del equipo delInventario de PatrimonioUrbano (IPU) en Buenos Aires (Liliana Aslán (1937), Irene Joselevich (1942),Graciela Novoa(1948),Diana Saiegh(1948) y Alicia Santaló (1949) (17). Las Guías del patrimonio Arquitectónico de las ciudades impulsadas desde la Junta de Andalucía porJosé Ramón MorenoGarcía (1945) yLuis GonzálezTamarit (1943) permiten a las ciudades de Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Mendoza tener instrumentos aptos para un reconocimiento de sus principales obras (18). También la política editorial de la Municipalidad de Buenos Aires con sus diversas Guías han contribuido eficazmente a la valoración patrimonial bajo la conducción deSilvia Fajre(1954),Nani Arias(1950) y Alberto Petrina. Equipos universitarios en Mar del Plata, Tucumán, Santa Fe y Córdoba han realizado tareas de importancia en la recuperación patrimonial de sus regiones.

Lo avanzado en el tema no implica desconocer que también se han perdido muchísimas obras y fragmentos urbanos de valor en nuestras ciudades (19). También es cierto que hay grados de confusión notoria en quienes quieren “fabricar” patrimonio de la antigüedad como las réplicas historicistas del Cabildo de Buenos Aires que aparecieron estos años en Humahuaca, la Punta (San Luis), Famaillá o en Mar del Plata que demuestran la poca creatividad de los autores en esta nostálgica mimetización. También absurda es la patética exhibición del Parque Temático de “Tierra Santa” en Buenos Aires y lo propio sucede con el deseo de llamar la atención a costa del patrimonio como puede verse en la actuación profesional que quitó los revoques originales en buen estado en el Museo Jesuítico de Córdoba “para producir un efecto de revelación” dejando la piedra a la vista con los consiguientes problemas técnicos y ambientales (20). En el fin de fiesta de este conjunto de frívolas banalidades se percibe lo que verifican algunos autores “el relevo de la ética del ser por la del tener, espoleado por un consumismo basado en la creación de necesidades y deseos superfluos.” (21)          

El tema del patrimonio ha evolucionado en sus criterios y conceptos de una manera muy clara en las últimas décadas vinculándose a la solución de los requerimientos sociales y ambientales y valorando los modos de vida propios de las comunidades. Así se van exigiendo respuestas razonables, adecuados usos para los bienes patrimoniales y arquitecturas que, además de expresar culturalmente nuestro tiempo, sean respetuosas del contexto donde se erigen. Los enfrentamientos con quienes no creen en las calidades de vida urbana ni en las arquitecturas sustentables, privilegiando sus intereses económicos seguirán por lo tanto en el escenario.

Palanti. Pista de prueba de autos en la azotea del edificio Chrysler (hoy Museo Renault). Demolida durante el reciclaje [Archivo CEDODAL]

Concluimos el siglo XX con un panorama de frivolidad que distanciaba aquello que los arquitectos prometíamos y lo que las demandas pendientes de nuestras comunidades nos exigían, de ahí a una crisis de valores hubo un paso que fue dado a comienzos del siglo XXI y quedan pendientes las múltiples respuestas que todavía no hemos logrado concretar. Pero seamos optimistas, pues como decía García Márquez, la cultura de nuestra América es una “cultura de fiesta, de trasgresión, de misterio, que rompe la camisa de fuerza de la realidad y reconcilia, por fin, el raciocinio y la imaginación, la palabra y el gesto, y demuestra de hecho que no hay concepto que tarde o temprano no sea rebasado por la vida.” (22)

Puppo. Casa en Tudcum. San Juan, 1980-1982. Atención Giancarlo Puppo [Archivo CEDODAL]


Antoraz y Asociados. Hostería en Purmamarca. Jujuy, 1999
Foto Martín Gutiérrez Viñuales [CEDODAL]

 

notas

NE
Esta es la última de cuatro partes del artículo "La arquitectura en la Argentina (1965-2000)" en Arquitextos, publicado originalmente por la Academia Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires. Links para las otras partes del artículo:

GUTIÉRREZ, Ramón. La arquitectura en la Argentina (1965-2000) - Parte 1. Tiempos de cambio. De la esperanza al pragmatismo. Arquitextos, São Paulo, año 14, n. 168.01, Vitruvius, mayo 2014 <http://www.vitruvius.com.br/revistas/read/arquitextos/14.168/5216>.
GUTIÉRREZ, Ramón. La arquitectura en la Argentina (1965-2000) – Parte 2. Del movimiento moderno a la posmodernidad. Arquitextos, São Paulo, año 15, n. 169.00, Vitruvius, jun. 2014 <http://www.vitruvius.com.br/revistas/read/arquitextos/15.169/5229>.

GUTIÉRREZ, Ramón. La arquitectura en la Argentina (1965-2000) – Parte 3. Arquitextos, São Paulo, año 15, n. 170.02, Vitruvius, jul. 2014 <http://www.vitruvius.com.br/revistas/read/arquitextos/15.170/5274>.

1
Zevi, Bruno. “Crítica de arquitectura”. En La Opinión. Buenos Aires 5 de marzo de 1981. Pág. 12.

2
Varas, Alberto. “Gestación de una idea arquitectónica”. En Summa. Nº 200-201. Buenos Aires. Junio de 1984. Pág. 78.

3
Zeinsteger, Leah. Arquitectura. Una manifestación de autenticidad. http://www.monografias.com/trabajos6/arma/arma.shtml. 28-12-2011.

4
Gómez, Albino. “Los misterios de la posmodernidad”. En Noticias. Buenos Aires. 3 de diciembre de 2011. Pág. 122-124.

5
Waisman, Marina. “Argentina. La conflictiva década del 70”. En Summa Nº 157. Buenos Aires, diciembre de 1980. Pág. 77.

6
Gutiérrez, Ramón. “La colonización pedagógica continúa”. En Documentos de Arquitectura Nacional y Americana. Nº 28-29. Resistencia-Buenos Aires. 1990. Pág. 124 -126.

7
Urcullu, José. (Traductor). Recreaciones arquitectónicas que forman una secuela de recreaciones geométricas para aprender de un modo familiar y entretenido los principios más esenciales de la geometría Sólida del alzado en la Arquitectura… Londres. Casa de Ackermann y Compañía. 1834. El libro venía acompañado de una cajita con cubos, cilindros, conos y otras figuras para hacer “arquitectura”.

8
Asencio, Miguel. “Arquitectura y entorno en la década del setenta. En Summa Nº 157. Buenos Aires, diciembre de 1980. Pág. 56.

9
Diez, Fernando. Crisis de autenticidad. Op. cit. Pág. 94-95.

10
Vinelli proponía: “Arrojar por la borda a los tecnócratas, burócratas y cuerpos de empleados dirigistas de evidente connotación izquierdizante, cuyas ideas fijas son de demoler la institución del derecho de propiedad, a los exégetas y teorizantes de la contaminación ambiental, que con sus exageradas opiniones sobre la salud colaboran en la asfixia económica y a la perturbación e impedimentos reinantes y a los teóricos que quieren convertir parte de la ciudad en un museo histórico de suciedad, desidia y ruinas y que con sus expresiones altisonantes de reciclaje consiguen que se dicten ordenanzas que prohíben la demolición…”. En La Prensa, Buenos Aires, 20 de julio de 1981. Pueden verse artículos sobre este tema de la zona histórica de Puppo, Etcheverry, Sabugo, Gutiérrez, del Instituto Argentino de Investigaciones de la Arquitectura y el urbanismo en Documentos de Arquitectura Nacional y Americana, Nº 14, Resistencia. 1982. Pág.101 – 113.

11
Hardoy, Jorge Enrique y otros. El impacto de la urbanización en los centros históricos de América Latina. Proyecto Regional de Patrimonio Cultural. PNUD-UNESCO. Lima. 1981.

12
Solsona Justo: “Pienso que se va a dar una batalla en los próximos diez o quince años muy interesante en Buenos Aires… En esa discusión sobre la ciudad vendrá un debate muy difícil con los preservacionistas, porque el problema es que los preservacionistas no son modernos…”. En Revista SCA Nº 189. Buenos Aires. Julio 1998.

13
Algunas de estas torres no han cumplimentado las Audiencias Públicas de Impacto Ambiental que fijaban las reglamentaciones en concordancia con su superficie cubierta. La destrucción del patrimonio, docks en la época militar, silos en tiempos de democracia y su reemplazo por obras “de autor” (puente de Calatrava) nos pusieron en la carrera internacional de las firmas. Como señalaba Federico Correa: “Querer ponerse en el mapa recurriendo a un arquitecto estrella es algo que, si no se controla muy bien, puede convertirse en una auténtica imbecilidad”. Véase Moix, Llatzer, Arquitectura milagrosa. Hazañas de los arquitectos estrella en la España del Guggenheim. Anagrama. Barcelona. 2010. p. 256.

14
Noelle Gras, Louise (Editora). Arquitectos Iberoamericanos. Siglo XXI. Banamex. México. 2 Tomos. 2008.

15
Irigoyen, Adriana y otros. Giancarlo Puppo. Una arquitectura de la pluralidad. Bogotá. Ed. Escala. 2002.

16
Los trabajos del arquitecto Antoraz con adobe, madera y piedra en la quebrada de Humahuaca señalan esta línea de búsquedas.

17
Los Catálogos del IPU abarcaron los barrios de La Boca, Palermo, Belgrano, Montserrat, San Telmo y Barracas en Buenos Aires. Alejandro Novacovsky, Felicidad París ySilvia Roma hicieron el de Mar del Plata.Adriana Collado y un equipo de la Universidad del Litoral integrado entre otros porAdriana Collado el de Santa Fe, que fue complementado por otro realizado porCarlos Reinante sobre arquitectura del siglo XX. Liliana Lolich concretó el de Bariloche yJosé Zingoni el de Bahía Blanca entre otros.

18
La Junta de Andalucía impulsó y financió obras como el Plan de Recuperación de Avenida de Mayo y la rehabilitación del Conventillo de San Francisco en Buenos Aires y otras muchas en ciudades del interior basándose en que la recuperación de los Centros Históricos se debía ejecutar, sobre todo, a partir de políticas de vivienda social.

19
Méndez, Patricia y otros. Arquitecturas ausentes de Buenos Aires. Ed. CEDODAL. Buenos Aires. 2009

20
Diez, Fernando. Crisis de autenticidad…. Op. cit. pág. 177. El arquitecto Carlos Page recuerda el “proyecto que tomó a su cargo el arquitecto Miguel Ángel Roca, imponiendo metodologías muy contrarias a la conservación del Patrimonio, hasta llegar a levantar la ahora tristemente famosa “escalera de Roca”, exponente de un exacerbado egocentrismo, que se amplió al descarne de muros y otros “pecados” en la conservación de monumentos”. EnLa Mañana. Córdoba, 2 de junio de 2011.

21
Duch, Lluis - Chillón, Albert. “La agonía de la posmodernidad”. En El País. Madrid, 25 de febrero de 2012.

22
García Márquez, Gabriel. Yo no vengo a decir un discurso. Vintage Español. Nueva York. 2010. Pág. 41.

acerca del autor

Ramón Gutiérrez nació en Buenos Aires en 1939. Arquitecto por la Universidad de Buenos Aires en 1963. Investigador de los temas de Historia de la Arquitectura y Conservación del Patrimonio. Investigador Superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina (jubilado). Miembro de Número de las Academias Nacionales de la Historia y de Bellas Artes, Argentina, y Correspondiente de las Academias de España y América. Fundador y director de la revista “Documentos de Arquitectura Nacional y Americana”, DANA. Docente en diversas universidades e institutos de España, Italia, Portugal y América. Profesor Honorario de las Universidades de Chile, Nacional de Ingeniería y Ricardo Palma de Lima, y de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa – en el Perú- y de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina. Profesor invitado y Coordinador del Doctorado en la Universidad Pablo de Olavide en Sevilla, España. Autor de 250 libros y de numerosos artículos sobre Arquitectura y Urbanismo en Iberoamérica. Fundador del Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana, CEDODAL, Buenos Aires.

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