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architexts ISSN 1809-6298


abstracts

português
O Museu Picasso, sediado na rua Montcada em Barcelona, sofreu intervenção radical que adulterou equivocadamente o conjunto arquitetônico medieval no qual está sediado

english
The Picasso Museum, at Montcada street in Barcelona, has gone through a radical intervention that has commited mistakes transforming the middle-age ensemble in which it is installed

español
El Museo Picaso, en la calle Montcada de Barcelona, sufrió una intervención radical que transformó de modo equivocado el conjunto arquitectónico medieval en el cual está instalado


how to quote

TARRAGÓ, Salvador; INZALSA, Elsa. Informe sobre las obras de ampliación del Museu Picasso de Barcelona. Arquitextos, São Paulo, año 06, n. 061.02, Vitruvius, jun. 2005 <https://vitruvius.com.br/revistas/read/arquitextos/06.061/450/es>.

El presente informe se redacta por encargo de la Agrupació d’Arquitectes per la Defensa i la Intervenció en el Patrimoni Arquitectònic – AADIPA, con la finalidad de valorar las últimas actuaciones realizadas en el conjunto de edificios que albergan el Museo Picasso en la calle Montcada de Barcelona. El Museo se organiza en los edificios de los números 15 al 23 de la calle Montcada, habiendo sido objeto de numerosas intervenciones para albergar las instalaciones y espacios de exposición. Las actuaciones se han realizado en los números 21 y 23, 19 y posteriormente en los números 15 y 17 por el arquitecto Jordi Garcés.

Este informe se hace necesario dada la importancia arquitectónica, histórica y cultural del conjunto que alberga la sede del Museo Picasso, tanto para la ciudad de Barcelona como para toda la sociedad dada la personalidad universal de Picasso. Los palacios afectados son un ejemplo y testimonio del desarrollo histórico-social de la ciudad de Barcelona, además de la calidad arquitectónica de sus construcciones, únicas en la historia de la arquitectura por su tipología, y por haberse conservado durante siglos pese a las modificaciones efectuadas a lo largo del tiempo.

Los historiadores han demostrado siempre un especial interés por los edificios de la calle Montcada, y este ha sido objeto de innumerables estudios, registros y actuaciones de defensa de todo el conjunto, puesto que constituye un núcleo de arquitectura civil catalana básicamente medieval de interés y calidad incomparables. Además, tanto la calle Montcada, en su conjunto, como los edificios motivo de este informe, están inventariados en “el Catálogo del Patrimonio Histórico-Artístico de la Ciudad de Barcelona”, el que habría que otorgarles una protección legal que en la práctica no ha existido.

Pasaremos ahora a realizar una análisis del desarrollo histórico del conjunto, a través de información documental obtenida en archivos fotográficos, bibliografía y unos pocos planos del estado original de los inmuebles, para poder valorar las actuaciones y redactar por lo tanto, el informe y valoración de las últimas actuaciones en el conjunto del Museo Picasso.

Antecedentes del conjunto de la calle Montcada

Orígenes y desarrollo de la calle Montcada

Dice el arquitecto conservador municipal Adolf Florensa: “Pocas cosas despiertan más eco en el corazón de los barceloneses, de nacimiento o de adopción, que la calle Montcada. Realmente lo merece como conjunto artístico e histórico de características poco frecuentes. Pero muchas veces hemos pensado que hay alguna razón más para este interés; quizá, sin darse cuenta, ven la famosa calle como un símbolo del fatum, de la evolución y destino de toda la riqueza monumental de la ciudad. En ninguna otra parte se encuentran tan acusadas las fases por as que, en general, ha pasado toda ella: nacimiento, desarrollo, apogeo espléndido, abandono y aplebeyamiento, con su cortejo de mutilaciones y ruina y, finalmente, reacción salvadora que acude para impedir la desaparición total, obrando a la vez el milagro de la revalorización de lo que ha quedado” (2)

Con este párrafo se puede resumir todo el que hace referencia a la calle Montcada pero, casi cuarenta años después, aun continúan las mutilaciones y quizás incluso la pérdida de un gran parte de su patrimonio.

La calle Montcada nace a partir del siglo XI, fuera murallas uniendo la carretera de salida hacia Francia de la calle Bòria con la antigua Vilanova de la Mar o Barrio marítimo (3). La urbanización de la calle fue una operación planificada posiblemente por Guillem Ramon de Montcada, que estableció grandes parcelas regulares para construir palacios y del cual tomó nombre la misma calle. Este lugar se convirtió en una zona habitada por nobles y ricos mercaderes. La calidad de las edificaciones era tal que durante los siglos XV y XVI el Consejo de Cent los utilizó para hospedar a personajes importantes. Hasta la primera mitad del siglo XIX fueron ocupadas por gente de la clase alta constituyendo por ello el centro de la vida señorial barcelonesa desde el siglo XIV al XVIII. El estancamiento, cuando no la decadencia, de la Barcelona del XVII y principios del XVIII comportó, pese a algunos sustituciones, el posterior abandono de los palacios y a partir de finales del XVIII, la transformación de estas en casas de vecinos a base de densificarlas subiendo pisos y subdividiéndolos interiormente en varias viviendas.

Atendido los cambios de gusto dominante durante los siglos XVI a XVIII y también de usos, se perdieron muchos de los elementos arquitectónicos, aunque todavía se conservan suficientes como para formar un conjunto representativo (4).

Defensa y protección del conjunto de a pie Montcada

La concienciación por la recuperación de los edificios históricos y artísticos iniciada en época modernista e incrementada aún más en la noucentista, llegó también a los palacios de la calle Montcada. Así, en 1930 se creó la entidad Amigos de Calle Montcada, para sensibilizar al público barcelonés mediante campañas de prensa, conferencias, etc (5). Las reivindicaciones de los Amigos, pasada la guerra, produjo que el Ayuntamiento de Barcelona decretara (marzo de 1947) una serie de restricciones para permisos de obras en los edificios que se habían conservado y posteriormente (diciembre de 1947) declara Conjunto Monumental Histórico – Artístico al conjunto de la calle Montcada. Con esto toda la calle quedaba protegida doblemente tanto por las leyes sobre conservación del Patrimonio Histórico-Artístico, como por la denominada Ley del Suelo. Según el Catálogo de Monumentos de la Ciudad de Barcelona, la calle Montcada en su conjunto tiene protección de Categoría A que equivale a Monumento Histórico-Artístico de interés Nacional (decreto del 26-12-1947) y los edificios núm. 17 al núm. 23, en particular, tienen protección de Categoría B, el cual indica que son edificios de Interés Local. A partir de 1953, con Antonio Simarro como alcalde de la ciudad, el Ayuntamiento de Barcelona empezó las obras de restauración de los edificios más importantes para instalación de museos.

Características generales de los palacios de la calle Montcada

Tanto desde el punto de vista histórico como de su protección, lo importante es hablar de la calle Montcada como un conjunto. Es normal que haya edificios más importantes que otros, pero lo más significativo es el conjunto que forman, con una tipología propia del momento en que surgen y como evolucionan.

La tipología se repite la misma en casi todos los edificios, que es básicamente de estructura medieval, construidos siguiendo el tipo de palacio residencial característico del gótico civil catalán puesto entre muros medianeros. Esta conformación cristalizó hacia al siglo XII y se puede definir, en términos generales, como una estructura de tres plantas con crujías simples alrededor de un patio, separado de la calle por una entrada, con una escalera descubierta que sube a la planta noble de la casa. Un segundo patio, detrás del primero, cuando es lo suficiente largo el solar, se sitúa en el primero piso. La crujía entre el patio y la calle, pieza de recepción del palacio, podía tener una torre de planta cuadrada en la fachada.

Al incorporarse la nobleza al casco urbano, construyeron sus casas adaptándolas y transformándolas a las que tenían en el campo. En la planta baja de las casas nobles había los silos, las bodegas, los almacenes, las cuadras de caballerías y otras dependencias. La fachada con una o dos torres con azotea al inicio, tiene una puerta con grandes dovelas flanqueada por ventanas que corresponden bien a un altillo o entresuelo por el despacho, dónde atender a los negocios, bien para ventilar y iluminar los almacenes de la planta baja. Las aperturas del primero piso o planta noble, son a base de ventanales con parteluces y ajimeces con arcos lobulados, distribuidos a lo largo de la fachada, incluido el cuerpo de la torre y las grandes salas decoradas con artesanados pintados y con tapices o pinturas murales, según los recursos. En general, sólo existe una segunda planta para los dormitorios con ventanas pequeñas, y encima de esta, junto a la torre, unas azoteas con cubiertas con tejas y vigas de madera con alero que sobresale, apoyado en columnas generalmente ochavadas, casi siempre sin decoración y con unas ligeras molduras que hacen de capitel. Del antepecho de esta galería o porche salen las gárgolas de desagües.

Normalmente, además de la escalera principal de acceso a la planta noble, situada en el primero patio y que podía estar cubierta o no, el acceso a las plantas superiores se hacía por las escaleras interiores y estrechas, a no ser que existiera una desde la planta baja en el cuerpo de la torre que comunican con la azotea cubierta, con ventanillas al patio o a la fachada, según sea el caso.

Los edificios del Museo Picasso

Datos generales

Es en 1960 que Jaume Sabartés, ex-secretario personal de Picasso, decide hacer donación de toda su colección a Barcelona. El verano del mismo año, el Ayuntamiento de Barcelona aprueba la moción presentada por el alcalde, proponiendo la creación del Museo Pablo Picasso que se instalará en el Palacio Berenguer d’Aguilar, en el número 15 de la calle Montcada. En marzo de 1963, se inauguró.

El Museo Picasso actual es el resultado de sucesivas ampliaciones realizadas desde los años 60. Actualmente ocupa las fincas núm. 15 (Palau Berenguer d’Aguilar), núm. 17 (Palau Barón de Castellet), núm. 19 (Palau Meca), núm. 21 (Casa Mauri) y núm. 23 (Palau de Finestrelles). Son cinco palacios, todos en la calle Montcada con la tipología definida anteriormente y con las características de los edificios más antiguos de Barcelona. La mayor parte de estos edificios han sido objeto de grandes modificaciones desde el siglo XV, pero siempre habían mantenido, a través de los siglos, su estructura y tipología, tanto interior como exterior y de conjunto. Sus primeras restauraciones, dentro de los palacios 15 y 17 entre 1960 y 1980, fueron más o menos respetuosas con la estructura histórica de los edificios y las nuevas intervenciones posteriores fueron ya muy agresivas por la modernización que introdujeron.

En resumen, hasta 1980 las obras habían consistido básicamente en la apertura de accesos y ventanas tapiadas y de consolidación, con algunas modificaciones en las distribuciones para ganar espacio de exposición. A partir de la incorporación del Palacio Meca, para la ampliación del Museo hacia el 1983, es cuando intervendrán los arquitectos Enric Soria y Jordi Garcés, previendo una vinculación interna directa entre los diversos palacios que cambiaba los criterios de intervención hasta entonces seguidos, acentuando la modernidad del lenguaje, menospreciando la obra histórica y con intervenciones más libres para adaptar el edificio a los nuevos usos aunque las distorsiones a que se les sometiera fueran irrespetuosas cuando no, destructivas.

El nuevo proyecto de 1983 abría un eje transversal interno entre los diversos palacios del museo, paralelo a la calle Montcada, que se prolongaría en los dos próximos palacios, cuando se incorporarían a partir de 1997, y que llegaría a tener 80 m de longitud. La última ampliación tenía como objetivo el incrementar en 3.410 m2, los 7.144 m2 existente. Es decir, conseguir tener una superficie de más de 10.000 metros cuadrados para exposiciones temporales, exposiciones permanentes, salas de actos, biblioteca, restauración y conservación, cafeterías, puntos de venta, patios, circulaciones, salas de máquinas, servicios, etc., es decir, un amplísimo programa arquitectónico desmesurado. Además de todas estas áreas que ya se veía que no podían meterse dentro de las estructuras de los palacios (a menos que se derrumbaran), el proyecto contemplaba crear un jardín posterior como “complemento al aire libre”.

A continuación, se analiza cada edificio individualmente, para conocer sus características y reconocer, de ser posible, su estructura original con el fin de poder compararlos y analizarlos después.

Montcada 15: Casa Berenguer d’Aguilar

Esta que es una de las casas más importantes del conjunto de la calle Montcada, es un edificio de arquitectura gótica flamígera, con patio interior, escalera descubierta y galería de arcos apuntados, finas columnas y antepechos con rosetones pequeños calados. Este edificio ha pasado por varias modificaciones. Parece que surgió, ya con valor monumental, durante los siglos XIII y XIV. Durante el siglo XV fue reedificada casi completamente por el noble Joan Berenguer d’Aguilar, casado con Angela Benita de Junyent. Las armas de Aguilar y Junyent figuran en las ventanas de la calle y en algunas del patio (6). De esta época pertenece el patio central, enmarcado por una arquería ojival. En el siglo XVI, pasó a ser propiedad de los Condes de Santa Coloma, que realizaron nuevas reformas en el XVIII. Esta es una de las casas que más destrucciones ha padecido. Contaba originalmente con ventanas y elementos de grande calidad escultórica, que se eliminaron en el transcurso del tiempo.

La casa núm. 15 fue adquirida por el Ayuntamiento el 3 de noviembre de 1953. El equipo que dirigió las obras de restauración estaba dirigido por el arquitecto municipal Adolf Florensa y el historiador Agustí Duran y Sanpere, dos grandes profesionales. Se empezó a restaurar la fachada y el patio, que estaba en estado de ruina. Se tiraron las fachadas laterales y posteriores con la intención de ganar espacio libre, dado que no tenían ninguna clase de interés arquitectónico y viendo el estado de ruina que también presentaban. Durante la restauración de 1961 se abrieron puertas, ventanas y galerías que estaban tapiadas, y se recuperaron elementos que estaban escondidos. En esta restauración se encontró una pintura mural sobre la conquista de Mallorca, que fue trasladada al MNAC (Museu Nacional d’Art de Catalunya). La entrada conserva su artesonado de madera, y el patio está coronado por una galería de arcos rebajados, que ha tenido pocas variaciones posteriores al 1500. El rellano de la escalinata tiene una elevada puerta de arco lobulado profusamente ornamentada, rodeada de ventanas decoradas y un relieve del siglo XV con la imagen de San Cristóbal. Al lado occidental del primero piso se conserva íntegra una arquería ojival del siglo XV. Falsas gárgolas y ménsulas con representaciones humanas completan la decoración de este elemento arquitectónico.

Montcada 17: Barón de Castellet

Se trata de un palacio reedificado en el siglo XVIII a partir de uno anterior del XV. Conserva un magnífico salón neoclásico en el piso principal, con elementos arquitectónicos de mármol y relieves policromado. Un detalle escultórico muy interesante de este edificio, del siglo XVI, representa a Dios con el mundo en la mano izquierda y rodeado de querubines. Este relieve estaba en un lugar poco visible y se trasladó debajo del voladizo del balcón central del segundo piso. Constituye la primera ampliación del Museo Picasso, atendido el éxito creciente tanto de visitantes como de los fondos del museo. Pese a que Adolf Florensa ya no estaba en el Ayuntamiento, la dirección técnica la ejercieron los arquitectos municipales del Servicio de Conservación de Monumentos, Ignasi Serra Goday y Josep M. Ros de Ramis, discípulos suyos, siguiendo las pautas de restauración precedentes, es decir, una intervención historicista, a base de recuperar las trazas originarías del edificio allí dónde era posible y acomodar a las nuevas necesidades los espacios disponibles sin demasiada ruptura de lenguaje arquitectónico respeto al existente.

Montcada 19: Palacio Meca

Es un amplio palacio, reconstruido en el siglo XVIII, adquirido por la Caixa de Pensions y destinado a residencia de tercera edad. Al restaurar la nueva propiedad en los años cincuenta, se modificó toda la estructura del edificio. Además, se restauraron las pinturas decorativas del techo, así como la fachada (7).

La restauración de este palacio, para ampliación del Museo Picasso se hizo en 1983, ya no la harían los técnicos municipales del Servicio de Conservación de Monumentos de Ayuntamiento de Barcelona, como hasta las horas había sido, y lo encargarían a los dos prestigiosos arquitectos modernos externos al Ayuntamiento. Estos replantearan la estructura general del conjunto del museo dividido entre varios edificios, buscando en la conexión directa de las casas entre medianeras y originando un orden nuevo a base de la creación de una calle interior entre los diversos palacios, paralela a la calle Montcada.

La formación moderna de los arquitectos y la escasa experiencia de restauración que tenían, de acuerdo con las características del que se ha denominado restauración de International  Stylles permitió emprender su trabajo con una libertad con la que hasta entonces no se había intervenido. Cosa que los condujo a realizar actuaciones más drásticas como serían el cambio de niveles de forjados, la apertura de huecos de escaleras sin correspondencia con la estructura e intervenciones puntuales de diseño demasiado moderno. En general, siempre y cuando se podía, fueran realizadas intervenciones por contraste, el que provocaba unas distorsiones acentuadas, dado que la categoría de las partes encontradas no se valoraban lo suficiente críticamente. Sin una formación histórica y una sensibilidad lo suficiente desarrolladas, las operaciones dan lugar a soluciones poco resueltas o directamente destructivas.

Montcada 21 y 23: Casa Mauri y Palau Finestrelles

Consideraciones antes de la intervención de 1998-2000

La fachada de la Casa Mauri data del siglo XVII. Es conocida como la Casa de la Celosia, puesto que tiene como detalle principal unas celosías volumétricas de madera introducida en el siglo XVIII, característico de las ventanas barcelonesas de la época y de las que es el único ejemplar que se conserva en Barcelona. El patio fue totalmente desfigurado en anteriores transformaciones.

El Palacio de Finestrelles, también conocido como la Casa de la Torre Triforada tiene la característica de que en conjunto, es la más antigua de la calle Montcada y de la ciudad. Su fachada fue reconstruida en el siglo XIV, pese a que algunas partes podrían remontarse al XII, a base de sillarejos en los paños de pared y sillares alrededor de las aperturas. Presenta una planta baja muy modificada por varias aperturas practicadas en el XVIII. Una primera planta con tres grandes balcones, también del XVIII, sustituyendo seguramente antiguas ventanales con ajimeces y, en la planta segunda, la torre originaría del XIII muy importante arquitectónicamente porque constituye el único ejemplar de transición que resta entre el románico (del que conserva los arcos de medio punto muy peraltados) y el gótico (de proporción más alargada). Finalmente repartidas en el resto de fachada, hay tres ventanas también del XVIII. Sus interiores responden a la tipología de la casa medieval barcelonesa: atravesando la bóveda de entrada, aparece un patio a cielo abierto en el que, a través de una galería de arcos, se desarrolla la escalera que da acceso al piso principal. Esta escalera, fechada del siglo XIV, fue encontrada en perfecto estado de conservación, escondida por un muro revocado. Esta era una de las pocas escaleras originales de los patios de la calle Montcada que no fueron modificadas, y que conservaba todos los elementos originales.

Consideraciones tras la intervención de 1998-2000

Los cinco palacios, pegados un junto al otro, con tres crujías cada uno perpendiculares a la fachada de la calle Montcada, conforman una estructura general de peine reforzado a una escala más grande por la misma disposición de las parcelas paralelas. La calle Montcada era la única vía de acceso y conexión natural, lógica y suficiente, de cada palacio entre sí y entre todos ellos. Al ampliar el Museo Picasso, la conexión se estableció directamente a través de la medianera. Pero, a partir de la incorporación del Palacio Meca, como ya ha sido repetido, se introdujo como idea directiva básica del proyecto, la creación de una calle interior paralela a la de Montcada, para conectar directamente todos los palacios.

Considerado el problema aisladamente podría ser entendido como una idea acertada para la intervención del Museo pero, planteado de conjunto, era una concepción demasiada distorsionadora de todo el complejo edificatorio original.

Hay que partir de la base que el Museo Picasso, con toda la importancia que sus fondos tengan, está hospedado en un serie de palacios góticos catalogados individualmente como Bienes Culturales de Interés Nacional y colectivamente como formando parte del Conjunto Histórico y Artístico de la calle Montcada. Por lo tanto, por sus diversas características tanto históricas como también arquitectónicas, tienen una gran importancia tipológica. Esta tipología arquitectónica y la estructura del edificio forman una unidad inseparable, junto a los elementos arquitectónicos y los materiales de construcción, de que conforma la personalidad del edificio. La concepción que reduce los monumentos a conservar solamente las fachadas y los patios principales, está ya muy superada de hace años.

Pese a la servidumbre de una fragmentación de los espacios interiores, que un palacio gótico impone a las necesidades de exposición modernas, se tiene que partir de la base que hay que respetar las características propias del contenedor en base a la conservación de la unidad del propio carácter del monumento. La fragmentación de espacios y su trazado laberíntico era parte de la personalidad del museo en su conjunto, que solamente una concepción poco culta por los espacios pequeños puede despreciar y no ver sus ventajas si se dosifica el número de personas visitantes del museo a la capacidad real del edificio y se respeta una visita culta y no masificada. Pero, se argumentará que dada la grande cantidad de visitantes del museo y la importancia de la obra de Picasso, por medidas de seguridad y funcionamiento, son necesarias salas grandes, fácilmente conectadas, etc.

Estos son falsos argumentos visto que no habían razones objetivas que exigían actuaciones de ampliación tan drásticas y radicales: no han habido ampliaciones de los fondos del museo desde hace muchos años. La colección Ludwing se fue a otro lugar y las promesas del Ministerio de Cultura de Madrid solamente han favorecido al Museo Reina Sofía. En vez de gastar el dinero con la adquisición de nuevas obras de Picasso se gastan en ampliaciones para salas de exhibición que han significado la desfiguración de los palacios núms. 21 y 23.

El gran reto que tenía planteado la dirección del museo y los arquitectos, desde que se formuló la tercera y sucesivas ampliaciones, era solucionar la contradicción entre las exigencias de respeto por el continente y de disponibilidad de espacios como pedía el contenido. Porque la verdadera personalidad del Museo Picasso, atendida la categoría internacional de los materiales que exhibe, se basa precisamente en mostrarse en unos edificios medievales con toda una personalidad propia, tan rica histórica como arquitectónicamente, situados en el corazón del centro histórico de la ciudad, con todo el contraste entre los mencionados continente y contenido siempre y cuando no se ridiculicen, se degraden o se escondan los valores propios de cada uno.

Desgraciadamente se ha optado por la solución más fácil, que sacrifica la importancia de los edificios a restaurar a base de destruir, deformar, esconder y reconstruirlos fuera de escala sin conciencia de los males efectuados. La introducción de una calle interior autónoma en la planta baja, a lo largo de los cinco palacios, destruye la percepción espacial de serialidad que, a través de la conexión externa por la calle Montcada, imponía. A la vez se distorsiona la comprensión de la secuencialidad que a través de los recorridos interiores por las plantas altas se obtenía.

Uniformar los niveles de los diferentes palacios, ha obligado a rectificar las cotas de los palacios, subiendo los suelos de este, lo que ha provocado eliminar el primero peldaño de la escalera principal y por otro, aplastar aun más la altura ya ahora crítica de la planta baja con sus arcos excesivamente bajos.

A la ruptura de la ordenación general de vecindad originaria se ha añadido, en las ampliaciones últimas de la Casa Mauri (núm. 21) y Palau Finestrelles (núm. 23), la destrucción de su ordenamiento interior a base de crujías celulares de muros de carga de piedra con artesonado y forjados de madera, por una nueva construcción de salas casi naves industriales, a base de paredes de hormigón y forjados metálicos de chapa y hormigón. Todo ello ha supuesto la pérdida irreparable de artesonados de madera de verdadero valor artístico. Las nuevas proporciones inmensas de las salas de exposiciones construidas, el hormigón visto de las paredes, los nuevos accesos creados y el brillo de los materiales modernos de vidrio y acero oxidable, nos hacen olvidar que estamos dentro de unos edificios históricos.

La incomprensión del valor histórico de los edificios, en particular el del Palau Finestrelles, pese a la importancia de los estudios históricos encargados a los historiadores Francesc Caballé y Reinald González, que certificaban el ejemplar más antiguo y más completo que se conservaba de la Barcelona gótica(siglo XII), ha comportado la destrucción de la fachada posterior de los dos edificios. Su reconstrucción, a base de una pared ciega de hormigón a toda altura, y el cierre de hasta la mitad de los balcones de las fachadas principales de estos, fueran las únicas exigencias impuesta por parte de la Comisión de Monumentos de Barcelona a fin de recuperar las aberturas que el arquitecto había cerrado totalmente en la solución primera.

La condición para restaurar un monumento es conocerlo y quererlo. Sin estas aptitudes y solamente preocupados en satisfacer uno de los requisitos del problema, el de la dirección del Museo, se ha producido una serie de destrucciones y desaciertos. Aunque gracias a la carencia de documentación, de una grande parte de las transformaciones efectuadas, se puedan negar fácilmente estas destrucciones, sirva este informe y la amplia documentación, reunida por el estudio histórico de Francesc Caballé y Reinald González, para justificar la denuncia.

El éxito de la restauración de “International Styl” con la violencia del contraste por sistema, aplicado en todas partes, entre el edificio histórico y la intervención moderna dura y agresiva ha sido tan grande para los responsables de la operación, en los palacios 21 y 23, que el arquitecto de la última intervención, Jordi Garcés, ha recibido el encargo de corregir y “restaurar ” los dos edificios primeros, el 15 y 17 con la intención de introducir las mejores lecciones de agrandamiento, limpieza y recomposición modernas efectuadas en la última ampliación.

El arquitecto declaraba a La Vanguardia, en una entrevista el 17-7-1997; “...el palacio número 23 está casi en ruinas, salvo algunos elementos como la fachada , el patio, la escalera del patio...”

Resumen del informe

Las actuaciones hechas en los edificios del Museo Picasso de la calle Montcada han sido desafortunadamente muy destructivas. Parece que ni las autoridades municipales, ni las autonómicas de la Generalitat de Catalunya encargadas de velar por el patrimonio arquitectónico catalán, ni los arquitectos, ni la dirección del Museo, se hubieran interesado por los palacios, sino que lo único que necesitaban eran metros cuadrados para paredes de exhibición los mas grandes y diáfanas posibles.

Estaba claro desde la experiencia de restauración y gestión de los palacios 15, 17 y 19, que la formulación del proyecto de ampliación y reforma de los palacios 21 y 23, no era el lugar más adecuado por albergar el crecimiento del Museo Picasso, dado que las exigencias de superficies eran desproporcionadas si estas se tenían que resolver con grandes salas y espacios libres. Tanto el programa establecido por la dirección del Museo, como la arquitectura realizada se han cargado los palacios del Museo Picasso.

No se entiende como en estos edificios, catalogados individualmente y en conjunto, se haya podido hacer obras de esta clase, sin ningún criterio de restauración cualificada y con una destrucción casi total de los edificios, sobre todo del Palacio Finestrelles, uno de los más antiguos de Barcelona, del que sólo permanece en pie un par de muros de la planta baja.

notas

1
Publicación original en SOS Monuments, jan. 2005 <http://sos-monuments.upc.es>.

2
FLORENSA, Adolf. La calle Montcada. Ayuntamiento de Barcelona. Barcelona, 2ª Edición, s.f., julio 1959, p. 5.

3
FLORENSA, Adolf. Op. cit.

4
Idem, ibidem.

5
Idem, ibidem.

6
Idem, ibidem.

7
Idem, ibidem.

8
Ver também os seguintes títulos: 1. GUDIOL RICARD, José. Barcelona, gías artísticas de España. Barcelona, Editorial Aries, 3ª ed., 1954; 2. HERNÀNDEZ-CROS, Emili, et.al. Arquitectura de Barcelona. Barcelona. Publicaciones del C.O.A. de Cataluña y Baleares, La Gaya Ciencia, 2ª ed., 1973; 3. VERRIÉ, Francesc de Paula. Barcelona antigua – Los monuemtos cardinales de España. Madrid, Plus Ultra, vol. XII, 1952; 4. GARCÉS, Jordi. Museo Picasso (Barcelona) <http://www.arquitectura.com/arquitectura/inter/obras/cultura/garces/picasso/picasso.asp>.

sobre los autores

Salvador Tarragó es arquitecto, profesor de la Universitat Politècnica de Catalunya y miembro de la asociación conservacionista SOS Monuments

Elsa Inzalsa es arquitecta.

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