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architexts ISSN 1809-6298


abstracts

português
Este trabalho apresenta um panorama das contribuições do exílio espanhol à arquitetura mexicana partindo do trabalho que desenvolveram os arquitetos refugiados, que foram agrupados em três gerações para seu estudo

english
This article presents a perspective of the spanish exile contributions to Mexican architecture through the works developed by refugee architects, through three generations

español
Este trabajo presenta un panorama de las aportaciones del exilio español a la arquitectura mexicana partiendo de la labor que desarrollaron los arquitectos refugiados, que han sido agrupados para su estudio en tres generaciones


how to quote

RUIZ-FUNES, Juan Ignacio del Cueto. Presencia del exilio republicano español en la arquitectura mexicana. Arquitextos, São Paulo, año 10, n. 119.05, Vitruvius, abr. 2010 <https://vitruvius.com.br/revistas/read/arquitextos/10.119/3353>.

1. Arquitectos del exilio español. Cuatro generaciones

La Guerra Civil Española estalló cuando las iniciativas culturales de la Segunda República empezaban a dar sus frutos. Las tendencias artísticas de vanguardia encontraron en la España republicana buen clima, buen terreno y buenos obreros para desarrollarse. Se estaba gestando, a nivel cultural, lo que podría haber llegado a ser (según una opinión generalizada) un “segundo siglo de oro español”, y la arquitectura tenía un papel importante en este proceso. Arquitectos progresistas, desde diversos frentes, inyectaban aire fresco en el anquilosado y asfixiante ambiente arquitectónico de su país al incorporar las propuestas vanguardistas que planteaban transformaciones significativas en la forma de entender y ejercer el oficio. Sin embargo, el proceso de integración del Movimiento Moderno en España quedó interrumpido por la sublevación franquista y el desenlace de la guerra civil española, que marcó el regreso a los cánones academicistas y el viraje oficial hacia una arquitectura monumental de talante fascista.

La diáspora republicana llevó al exilio a medio centenar de arquitectos españoles (1), “entre los que se contaban los de mayor calidad y los de mayor empuje cultural y político" (2). A los veinticuatro que recalaron en México (3) se les puede agrupar en tres generaciones por las características comunes que presentan en cuanto a edad, formación, tipo de relación con la causa republicana y forma en que se integraron al nuevo medio (4). Aunque cada uno vivió el éxodo de manera particular, se pueden sacar algunas conclusiones a nivel generacional sobre el tipo de respuesta que dieron a la desgarradora experiencia del exilio.

Primera generación

Los integrantes de la primera generación nacieron entre 1885 y 1890 y se titularon entre 1914 y 1920; aunque recibieron una formación anclada en el academicismo decimonónico, empezaron a reaccionar en busca de una arquitectura más comprometida con las causas sociales. Políticamente, actuaron contra la Monarquía en favor de la instauración de un gobierno democrático en España; su compromiso con la causa republicana y su experiencia profesional les llevó a ocupar puestos de responsabilidad en diferentes ámbitos durante la Segunda República. En la guerra civil desempeñaron cargos públicos y diplomáticos al servicio del gobierno republicano. Sobrepasaban los cincuenta años de edad al llegar a México; "su vida empezaba de nuevo, con medio siglo de más" (5). Esta generación está conformada por Francisco Azorín Izquierdo (Teruel 1885-México 1975, titulado en 1911), Cayetano de la Jara y Ramón (Valencia 1888-México 1960, t. 1920), Bernardo Giner de los Ríos García (Madrid 1888-México 1970, t. 1915), Tomás Bilbao Hospitalet (Bilbao 1890- México 1954, t. 1918) y Roberto Fernández Balbuena (Madrid 1890-México 1966, t. 1913). Todos ellos cursaron la carrera en la Escuela de Arquitectura de Madrid, excepto Giner de los Ríos que lo hizo en Bolonia tras estudiar ingeniería en Madrid.

En su destierro participaron, con diferentes grados de compromiso, en labores de apoyo al gobierno de la República en el exilio y pasaron sus primeros años en México sin ánimo de comprometerse con trabajos profesionales que pudieran entorpecer su anhelado regreso a España, colaborando en algunos casos con colegas exiliados más jóvenes (Bernardo Giner de los Ríos con los constructores Bertrán Cusiné, Cayetano de la Jara en la empresa de Eduardo Robles Piquer y Roberto Fernández Balbuena en la de Ovidio Botella).

Segunda generación

Los miembros de la segunda generación, nacidos entre 1897 y 1903 y titulados durante los años de la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), se formaron cuando los planteamientos de las vanguardias arquitectónicas europeas empezaban a tener eco en las escuelas de arquitectura. La guerra civil supuso la interrupción de su carrera cuando iniciaban su consolidación profesional. Durante la contienda desempeñaron diversos cargos en favor de la República; algunos participaron en el frente cuando sus quintas fueron movilizadas. Salieron al exilio rondando los cuarenta años; ellos fueron Emili Blanch i Roig (Gerona 1897-1996, t. 1925), José Luis Mariano Benlliure (Madrid 1898-1981, t. 1927), Jesús Martí Martín (Castellón 1899-México 1975, t. 1923), Juan de Madariaga Astigarraga (Bilbao 1901-1995, t. 1930) y Mariano Rodríguez Orgaz (Madrid 1903-México 1941, t. 1929). (6). Blanch se tituló en la Escuela de Arquitectura de Barcelona, el resto en la de Madrid.

Ya en el exilio, trabajaron en despachos de destacados arquitectos mexicanos (Benlliure con Enrique Yáñez y Enrique de la Mora, Madariaga con José Villagrán) o tuvieron puestos de responsabilidad en empresas constructoras (Martí y Blanch). Esta fue, quizás, la generación más desengañada, la más afectada por el exilio, pues sus integrantes vieron cortada una promisoria, aunque incipiente carrera en España, y en México tuvieron pocas opciones de desarrollarse plenamente. Tres de ellos decidieron volver a su patria (Benlliure en 1948, Blanch en 1949 y Madariaga en 1956), donde mal que bien pudieron ejercer la profesión (7), mientras que Martí buscó refugio en la pintura, alejándose paulatinamente de la arquitectura tras una productiva labor al frente de la compañía Vías y Obras.

Tercera generación

La tercera generación está conformada por arquitectos que nacieron entre 1906 y 1911, participaron activamente en la política estudiantil y se titularon durante el período republicano (1931-1936), cuando los aires renovadores de las vanguardias europeas traían cambios significativos en la forma de entender y enseñar la arquitectura. Al estallar la guerra civil llevaban poco tiempo ejerciendo la profesión. Casi todos actuaron en los frentes de batalla como miembros del Cuerpo de Ingenieros del Ejército Republicano. Llegaron a México frisando los treinta años y allí desarrollaron prácticamente toda su labor profesional. A este grupo pertenecen José Caridad Mateo (La Coruña 1906-México 1997, t. 1931), Jaime Ramonell Gimeno (Murcia 1906-México 1991, no llegó a titularse), Arturo Sáenz de la Calzada Gorostiza (Álava 1907-México 2003, t. 1932), Juan Bautista Larrosa Domingo (Lérida 1907-México ca.1940, t. 1935), Francisco Detrell Tarradell (Santiago de Cuba 1908-México ca.1990, t. 1935), Enrique Segarra Tomás (Valencia 1908-Veracruz 1988, t. 1934), Esteban Marco Cortina (Reus 1909-México ca.1965, t. 1933), Oscar Coll Alas (Oviedo 1909-Cuernavaca 1967, t. 1936), Tomás Auñón (8), Ovidio Botella Pastor (Alicante 1909-México 1996, t. 1935), Fernando Gay (Valencia 1909-México 1996, no llegó a titularse), Félix Candela Outeriño (Madrid 1910-Raleigh 1997, t. 1935), Eduardo Robles Piquer (Madrid 1911-Caracas 1993, t. 1935) y Juan Rivaud Valdés (Madrid 1910-México 1993, t. 1934). Seis de ellos estudiaron la carrera en Barcelona (Caridad, Ramonell, Larrosa, Detrell, Marco y Gay); los demás en Madrid (9).

Los miembros de este grupo desarrollaron prácticamente toda su carrera profesional en México, enfrentando el destierro con una actitud más emprendedora, por lo general, que la de los arquitectos experimentados. Así, fundaron compañías que tuvieron bastante éxito (Robles con Ras-Martín, Botella con Técnicos Asociados, Candela con Cubiertas Ala), ocuparon cargos importantes en empresas constructoras antes de dedicarse a trabajar por su cuenta (Sáenz de la Calzada, Segarra, Rivaud), se asociaron entre ellos (Caridad y Ramonell, Coll y Auñón), trabajaron por cuenta propia (Marco, Detrell) o para instituciones (Gay fue arquitecto de la Beneficencia Española).

México: destino casual

México fue un destino casual y afortunado para todos estos arquitectos pues encontraron un país que tenía similitudes culturales con el suyo, donde se hablaba su idioma, que les ofreció generoso asilo y la oportunidad de continuar con el ejercicio de su profesión. El gobierno del general Lázaro Cárdenas otorgó a los refugiados facilidades administrativas que hicieron menos traumática su integración, entre las que estaban la posibilidad de solicitar la ciudadanía mexicana y el reconocimiento de sus títulos profesionales. La mayoría de los arquitectos optó por nacionalizarse, pero su regularización profesional fue más problemática pues a finales de 1940 Manuel Ávila Camacho, al asumir la presidencia sustituyendo a Lázaro Cárdenas, derogó el decreto por medio del cual se reconocían los títulos profesionales. Sólo Arturo Sáenz de la Calzada y José Caridad Mateo, que llegaron con su título “bajo el brazo”, pudieron homologarlo; los demás estaban haciendo las gestiones para que les fuera enviado desde España cuando les sorprendió la decisión del nuevo gobierno, lo que hizo que el trámite fuera más engorroso y dilatado (10). Así, muchos se encontraron en una situación ambigua: tenían permiso para trabajar legalmente y contaban con oportunidades para hacerlo, pero no podían figurar como titulares de sus proyectos. Sáenz de la Calzada y Caridad se convirtieron en punto de referencia de todo el grupo, pues fue práctica común que firmaran los proyectos de sus colegas mientras estos normalizaban su situación.

La cuarta generación: arquitectos hispano-mexicanos

Se ha denominado generación hispano-mexicana al grupo de niños y jóvenes nacidos en España que llegaron a México acompañando el éxodo de sus padres, y que se formaron y se desarrollaron profesionalmente en su patria de adopción. A este grupo pertenece otra camada de arquitectos (ya mexicanos a todos los efectos) que, en su mayoría, hicieron la carrera en la Escuela Nacional de Arquitectura (hoy Facultad) de la UNAM, con sede en la Academia de San Carlos (los más jóvenes terminaron los estudios en Ciudad Universitaria, donde se trasladó la escuela en 1954). Para entonces las teorías de José Villagrán, inspiradas en los postulados racionalistas, estaban plenamente consolidadas, y un reconocido grupo de arquitectos mexicanos (conformado por el propio Villagrán, Federico Mariscal, Mauricio M. Campos, Mario Pani, Enrique del Moral, Enrique de la Mora y Augusto H. Álvarez, entre otros) guiaba los destinos de la escuela.

Entre los arquitectos hispano-mexicanos sobresalen Antonio Peyrí Maciá (Barcelona 1924), Eduardo Ugarte Arniches (Madrid 1925-México 1980), Antonio Encinas Martínez (Madrid 1926), Ángel Azorín Poch (Córdoba 1927-México 2007), José Luis Benlliure Galán (Madrid 1928-México 1994), Héctor Alonso Rebaque (Santander 1928-México 2001), Imanol Ordorika Bengoechea (Lekeitio, Vizcaya 1931-México 1988), Juan Antonio y Pilar Tonda Magallón (Madrid 1931 y 1934, respectivamente), Nile Ordorika Bengoechea (Lekeitio, 1932), Juan Benito Artigas Hernández (Madrid 1934), Julio de la Jara Alcocer (Madrid, 1934) y Raúl de la Colina Gurría (Santander 1935). Todos ellos son producto del exilio español, pero arquitectos plenamente mexicanos.

Su experiencia de exilio fue muy diferente a la de sus mayores; a su llegada tuvieron que terminar los estudios interrumpidos por la guerra y se incorporaron, por lo general, a instituciones fundadas por los propios refugiados (como la Academia Hispano-Mexicana, el Colegio Madrid o el Instituto Luis Vives), lo que los mantuvo un tanto aislados del medio mexicano en “burbujas” en las que se respiraba el ambiente republicano. Su verdadera integración, su descubrimiento de la realidad y riqueza nacional, vino con el acceso a la Universidad y su relación con profesores y condiscípulos mexicanos. La mayoría compaginó la práctica profesional con la enseñanza en diversas escuelas de arquitectura del país.

2. Presencia del exilio español en la arquitectura mexicana

Además de las facilidades que les otorgó el gobierno de Lázaro Cárdenas y de la prosperidad económica vivida en el México de aquellos años, que fortaleció a la clase media y a la industria de la construcción, hay otros factores a considerar en la inserción al mercado laboral de los arquitectos exiliados. Varios recibieron encargos de antiguos residentes españoles que, pese a las rencillas políticas que pudieran existir, vieron con buenos ojos la llegada de paisanos profesionistas a los que confiar el desarrollo de sus proyectos. Eran pocos los antiguos residentes españoles con título profesional; entre ellos estaba Miguel Bertrán de Quintana, arquitecto catalán que se había establecido en México y que fue un gran apoyo para algunos colegas refugiados a quienes dio trabajo, orientándolos para entender y adaptarse a la forma de ejercer el oficio en el nuevo medio (11). Por otro lado, las acciones emprendidas por los organismos de ayuda a los refugiados (SERE y JARE)(12) y las compañías constructoras de empresarios exiliados (13), involucraron a varios de los arquitectos recién llegados.

Algunas de las empresas que fundaron el SERE y la JARE en México dieron a los arquitectos sus primeros trabajos en el exilio. Recién llegado, Jesús Martí fue nombrado arquitecto del Comité Técnico de Ayuda a los Españoles en México (CTAEM), dependiente del SERE, con el encargo de desarrollar los proyectos para las empresas fundadas por este organismo. Para llevar a cabo sus tareas, Martí reclutó a arquitectos que llegaban en expediciones posteriores a la suya. Tuvo a su cargo la elección de los edificios donde se instalaron dos de las escuelas fundadas por el CTAEM en 1939, el Instituto Luis Vives y la Academia Hispano-Mexicana, en cuyos proyectos de adaptación colaboró Ovidio Botella. En julio de aquel año se iniciaron los trabajos para la construcción de la Colonia Agrícola Santa Clara en Chihuahua, en la que Martí, coordinador general del proyecto, nombró a Félix Candela como jefe de obras; este sería el primer trabajo en México de quien diez años después empezaría a despuntar a nivel internacional con sus cascarones de hormigón armado.

La JARE también promovió la creación de varias empresas, como la Cooperativa Pablo Iglesias para la promoción y construcción de viviendas económicas, al frente de la cual estuvo Francisco Azorín Izquierdo, quien había dirigido un organismo homónimo en España. Durante sus primeros años en México, Azorín trabajó en la Secretaría de Obras Públicas del estado de Puebla, donde tuvo a su cargo la Dirección de Construcción de Escuelas. En 1942 dejó el cargo por diferencias con las autoridades, pero siguió frecuentando la entidad como profesor la Universidad Autónoma de Puebla y publicó dos novelas con temas lugareños: El Primer Milagro de la Catedral Angelopolitana y La China Poblana. De regreso a la capital, trabajó para el Instituto Mexicano del Seguro Social y para la empresa Techo Eterno Eureka, además de hacer algunos proyectos de vivienda por su cuenta. Azorín dedicó buena parte de su tiempo al estudio, promoción y difusión de una de sus grandes pasiones: el esperanto. (14)

En 1941 la JARE emprendió la creación del Colegio Madrid, una de las instituciones educativas más importantes del exilio español. Instalado en una casona porfiriana del barrio de Mixcoac, sus obras de adecuación y ampliación fueron realizadas por Bernardo Giner de los Ríos y José Luis M. Benlliure. El primero, que había llegado unos meses antes procedente de República Dominicana, trabajó en la compañía constructora de los hermanos Bertrán-Cusiné, para los que diseñó en colaboración con el arquitecto mexicano Carlos Recamier los cines México y Mariscala (15). Por cuenta propia construyó el Teatro del Caballito (hoy desparecido) en el cruce del Paseo de la Reforma y Avenida Juárez. Por su parte, José Luis M. Benlliure colaboró desde su llegada con arquitectos mexicanos de la talla de Enrique Yáñez y Enrique de la Mora, con quienes colaboró en proyectos emblemáticos de la época como la sede del Sindicato Mexicano de Electricistas en la Ciudad de México (Yáñez, 1940) y la Iglesia de la Purísima en Monterrey (De la Mora, 1942). Benlliure también trabajó para los hermanos Bertrán Cusiné (fue jefe de proyectos de su empresa) y estuvo asociado con Fernando Gay Buchón antes de volver a España en 1948.

También Emili Blanch y Juan de Madariaga decidieron emprender el duro camino de regreso a una patria que –se darían cuanta allí- ya no les pertenecía. Antes de hacerlo, Blanch realizó proyectos para Sears-Roebuck de México, construyó el pabellón catalán para la Primera Feria del Libro Mexicano en 1947 y estuvo asociado con el ingeniero José Rivaud, mientras que Madariaga colaboró durante años con José Villagrán García, uno de los precursores de la arquitectura moderna en México, y tuvo clientes de la antigua colonia vasca. Uno de ellos, José Luis Laresgoiti, le encargó en 1947 un edificio de viviendas en la Avenida de los Insurgentes, la arteria más importante de la capital mexicana, en su intersección con la glorieta de Chilpancingo. El admirable resultado formal de esta obra hizo que se publicara en la prestigiosa revista Arquitectura-México que dirigía Mario Pani (16). Vascos fueron también los pocos clientes que tuvo en México Tomás Bilbao, quien se dedicó más a sus tareas como miembro del gobierno republicano en el exilio que a la profesión. Hizo la adaptación de un local comercial en la céntrica calle 16 de Septiembre para la Juguetería El Jonuco, que sería consumida por un incendio mediados de los cincuenta. Su amigo Martín García Urtiaga, empresario exiliado que fue presidente del Centro Vasco de México, le encargó la remodelación de su casa y el proyecto para la planta empacadora de conservas Loma Bonita en el estado de Veracruz.

Actividad por cuenta propia

Una de las primeras obras significativas del exilio español en México estuvo a cargo de Arturo Sáenz de la Calzada. Poco antes de que el arquitecto se incorporara a la constructora Vías y Obras, el editor Rafael Giménez Siles, fundador de la editorial EDIAPSA (17), le encargó el proyecto de adaptación como librería de una de las pérgolas art-deco del Palacio de Bellas Artes (hoy desaparecidas) en el centro histórico de la Ciudad de México. Sáenz de la Calzada aprovechó la doble altura de la pérgola para hacer un segundo nivel que albergaría una galería de arte en la que se realizaron varias exposiciones de artistas refugiados. La librería se cerró con amplias cristaleras para dar protagonismo al libro, concebido como objeto atractivo detrás de las vitrinas, una solución novedosa para la época. La imagen final del pabellón remodelado sugirió a los directivos de la empresa el nombre de Librería de Cristal, con el que bautizaron a una cadena de establecimientos que se extendió por todo el país. A mediados de los cuarenta, Sáenz de la Calzada dejó Vías y Obras para trabajar por cuenta propia y construyó varios edificios de departamentos y de oficinas, laboratorios, plantas industriales y residencias particulares, entre las que destaca la que le hizo a su amigo Luis Buñuel:

"Recuerdo cuando mi padre y Sáenz de la Calzada estaban discutiendo cómo iba a ser la fachada... ‘un  gran muro -dijo me padre-, ¿y si la hacemos como el edificio de la Residencia de Estudiantes de Madrid?’, ‘Sí -respondió De la Calzada-, de pequeños ladrillos rojos’. Estaban muy contentos los dos..."(18)

Parte de la colonia gallega afincada en México tuvo en José Caridad (originario de La Coruña) a su “arquitecto de cabecera”. De la obra realizada por encargo de miembros de esta comunidad sobresalen varios edificios de departamentos en las colonias Polanco y Del Valle, así como la remodelación del Centro Gallego de México (19) y el Cine La Villa, con capacidad para 1500 espectadores, a cuyo cuerpo se adosan tres edificios de vivienda formando un complejo que ocupa toda una manzana en la Calzada de la Guadalupe. En los setenta construyó un interesante edificio de viviendas en la céntrica Plaza de las Vizcaínas, donde estableció su propio despacho. Caridad compartió oficina durante muchos años con Jaime Ramonell, a quien había conocido en la Escuela de Arquitectura de Barcelona. Ramonell construyó para clientes exiliados un buen número de edificios de vivienda y casas particulares que fueron dando señas de identidad a zonas de la ciudad de México que se densificaron en los años sesenta y setenta, como las colonias Nápoles y Extremadura-Insurgentes.

Esteban Marco, Óscar Coll y Tomás Auñón también pasaron –como Giner de los Ríos- por República Dominicana antes de recalar en México. Coll tuvo sus primeros trabajos en la ciudad de Morelia, Michoacán. Cuando Auñón llegó desde República Dominicana, en 1945, se asoció con Coll y realizaron obra en la capital. A mediados de la década de los cincuenta, Auñón se fue a trabajar a Matamoros, Tamaulipas, donde hizo una iglesia y algunos edificios, mientras Coll se afincó en Cuernavaca, Morelos, donde proyectó varias viviendas, entre ellas la del afamado psicoanalista Eric Fromm. Por su lado, Esteban Marco estuvo un tiempo asociado con el constructor Fernando Rodríguez Miaja e hizo trabajos por cuenta propia y en sociedad con Francisco Detrell, quien trabajó principalmente para clientes de la antigua colonia asturiana desarrollando proyectos en la capital y en ciudades cercanas como Pachuca.

Empresas

Aunque a nivel individual tuvieron trayectorias profesionales interesantes, las aportaciones más significativas de los arquitectos exiliados provinieron de las empresas que fundaron en México: Vías y Obras, Ras-Martín, Técnicos Asociados y Cubiertas Ala. Los arquitectos, en particular los de la tercera generación, se percataron de las diferencias que existían entre la manera de ejercer la profesión en España y en México, y de que la mejor manera de abrirse camino en el medio arquitectónico era fundar empresas constructoras en las que, a la par de construirlos, se desarrollaran los proyectos de los encargos recibidos.

Jesús Martí, como gerente general, y el antiguo residente Manuel Suárez, como socio capitalista, fundaron Vías y Obras, S.A. en 1940. Martí incorporó a tres exiliados (un ingeniero y dos arquitectos) como socios fundadores: Carlos Gaos, (20), Enrique Segarra y Arturo Sáenz de la Calzada; los dos primeros fueron enviados a Veracruz para hacerse cargo de la filial de la empresa en el puerto, y el último quedó al frente de la oficina en el D.F. Vías y Obras desplegó mucha actividad en Veracruz, Acapulco, Cuernavaca y la ciudad de México; entre sus colaboradores estuvieron Félix Candela y Juan Rivaud. Fue en el puerto jarocho donde la empresa tuvo más trabajo: además de encargarse de la remodelación urbana del malecón construyeron, con proyectos desarrollados fundamentalmente por Segarra, el famoso Hotel Mocambo, el Hospital Regional, el Consulado de los Estados Unidos, el Edificio Bahía, varias residencias y muchas de las escuelas que se hicieron en el estado de Veracruz en aquellos años. Otra de las obras importantes de la empresa fue el Hotel Casino de la Selva en Cuernavaca, en cuyo proyecto y ejecución participó Félix Candela desde su Cubiertas Ala (21). Poco después de terminar este hotel, en 1959, Vías y Obras desapareció; Jesús Martí se alejó entonces de la arquitectura para dedicarse a su otra pasión, la pintura, mientras que Segarra y Sáenz de la Calzada, que habían dejado la empresa unos años antes, realizaron una interesante labor por cuenta propia.

Desde que se estableció en Veracruz a principios de los cuarenta, Enrique Segarra se convirtió en uno de los motores culturales del puerto. Fue director del Teatro Clavijero y fundador de varias instituciones culturales del Estado de Veracruz (como la Academia de Ciencias, la Sociedad de Ingenieros y Arquitectos, el Colegio de Arquitectos y la Facultad de Periodismo de la Universidad de Veracruz). Fue asiduo colaborador del diario El Dictamen con artículos sobre crítica musical, artes plásticas y arquitectura, temas sobre los que dictó varias conferencias. Además, desarrolló una intensa labor docente en las facultades de Arquitectura e Ingeniería de la Universidad Veracruzana en Jalapa y en la Universidad Femenina de Veracruz. Segarra renunció en 1956 a Vías y Obras para dedicarse a trabajar como arquitecto independiente; realizó numerosos proyectos tanto para la iniciativa privada como para la administración pública (hoteles, edificios públicos, culturales, comerciales y de vivienda, y planes de revitalización urbana).

Un año después de haber llegado, Eduardo Robles Piquer (famoso por sus caricaturas firmadas bajo el seudónimo de Ras) se asoció con Vicente Martín Hernández para establecer la firma Ras-Martín, S.A., que se dedicó con éxito a la reforma y diseño de interiores y jardines, proyectos de nueva planta y trabajos de publicidad. En su género, Ras-Martín fue una empresa pionera en México al ofrecer servicios profesionales de interiorismo, publicidad y diseño de mobiliario, introduciendo los conceptos de jardinería integral y arquitectura de paisaje (22). Robles invitó a Cayetano de la Jara, compañero suyo en la travesía del Sinaia y en Constructores Hispano-Mexicanos, para que se hiciera cargo del área de proyectos de la empresa. Entre su producción sobresalen el cine Avenida en San Luis Potosí, el Hotel Emporio en la ciudad de México, la jardinería y los interiores del cabaret Jacarandas en la Zona Rosa, locales comerciales y varias oficinas para el Banco de México, entre ellas las de su sede en el centro histórico. La trayectoria de Ras-Martín concluyó hacia 1958, cuando Robles emigró a Venezuela, donde siguió publicando sus caricaturas y trabajando fundamentalmente como arquitecto paisajista.

La constructora Técnicos Asociados, S.A. (TASA), dirigida por Ovidio Botella y en la que trabajaron Roberto Fernández Balbuena y Juan Rivaud, fue la más longeva de cuantas formaron los arquitectos exiliados en México. Su origen está en la sociedad que estableció Botella en 1940 con el constructor Vicente Serrano, antiguo residente, para edificar la fábrica de Chocolates Larín; unos años después se formalizó TASA con la participación financiera del empresario sueco Axel van der Green. TASA se dedicó fundamentalmente a la construcción y tuvo varios "filones" que le suministraron trabajo a lo largo de sus cuarenta años de vida: edificios para el sector salud (Pabellón "Angel Urraza" del Sanatorio Español de México, con proyecto de Miguel Bertrán de Quintana y Fernando Gay; Instituto Nacional de Cardiología, de José Villagrán), para el sector educativo (Universidad de las Américas en Puebla, la Escuela de Contadores y el plantel Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana), complejos industriales (Colgate-Palmolive, Siemens Mexicana, Constructora de Carros de Ferrocarril), instalaciones deportivas (piscina y vestuarios para el Parque Deportivo Arturo Mundet), laboratorios farmacéuticos (Avón, Ciba-Geigy, Roche) y obras para el Instituto Mexicano del Seguro Social (clínicas, unidades habitacionales y centros vacacionales proyectados por Alejandro Prieto).

Ovidio Botella ganó reconocimiento como constructor y calculista, por lo que fue invitado a formar parte del Comité Técnico para el Proyecto y Construcción del Centro Médico Nacional (1955-1958). La responsabilidad del diseño arquitectónico, en caso de que TASA recibiera encargos de proyecto, recaía en Fernández Balbuena y Rivaud que realizaron, entre otros, los proyectos para el Rancho Cortés en Cuernavaca (1943) y la planta embotelladora Canada Dry (1945). Fernández Balbuena desarrolló por su cuenta los proyectos de dos grandes almacenes Salinas y Rocha, uno en Monterrey (1948) y otro en Ciudad de México (1949), pero su gran pasión siguió siendo la pintura. Realizó varias exposiciones en México con gran éxito de crítica y público. Por su parte Juan Rivaud, que trabajó también en Vías y Obras, construyó en solitario o en sociedad con su hermano, el ingeniero José Rivaud, varias obras tanto en la capital como en Los Mochis, Sinaloa. En 1982, la crisis económica desatada por la devaluación del peso y la nacionalización de la banca trajo consigo la paralización del sector de la construcción, momento que Botella consideró oportuno para dar el finiquito a Técnicos Asociados, S.A.

Félix Candela, que había coincidido con Rivaud en Vías y Obras, ganó fama mundial con las estructuras laminares de hormigón armado que construyó en México en los años cincuenta y sesenta. En 1949, diez años después de su arribo, construyó sus primeros cascarones experimentales; animado por las posibilidades que ofrecían fundó Cubiertas Ala, S.A. (23), la empresa desde la que realizó su conocida obra (24). Sus soluciones se basan en estructuras resistentes por su forma geométrica: el paraboloide hiperbólico tiene la característica de transmitir únicamente esfuerzos a compresión, lo que permite construir estructuras delgadas de un espesor constante. (25)

Desde Cubiertas Ala, Candela tuvo relación con lo más granado del panorama arquitectónico mexicano (26). Entre sus colaboraciones más logradas cabe destacar los Almacenes de las Aduanas (1953, con Carlos Recamier), los mercados que construyó a mediados de los cincuenta con Pedro Ramírez Vázquez y Rafael Mijares (Coyoacán, Azcapotzalco, Anahuac), el Restaurante Los Manantiales en Xochimilco (1958, con Joaquín Álvarez Ordóñez), la capilla abierta de Palmira en Cuernavaca (1959, con Guillermo Rosell y Manuel Larrosa). Mención aparte merece la colaboración de Candela con los arquitectos Enrique de la Mora y Fernando López Carmona, que se inició en 1955 con la cubierta para la Bolsa de Valores de México, levantada sobre el último piso de un edificio del centro histórico. De la capacidad proyectual del pelón de la Mora y de las mentes analíticas y prácticas de Candela y López Carmona salieron a la luz innovadoras soluciones espaciales concretadas en forma de cascarones de diversos tipos en otras tantas iglesias: el Altillo y San Vicente de Paúl en Coyoacán (1955 y 1959, respectivamente), San Antonio de las Huertas (DF 1955) y San José Obrero en Monterrey (1959). La iglesia de la Virgen de Guadalupe, levantada en Madrid en 1963 y firmada por Enrique de la Mora, representó el regreso profesional (que no personal) de Candela a España, quien siempre otorgó mucho crédito a la capacidad proyectual de sus colegas mexicanos; la iglesia de la Virgen de la Medalla Milagrosa (1953) era la única obra que consideraba creación enteramente suya (27).

En lo que respecta a sus construcciones industriales, sobresale la planta de Bacardí en México (1959-60), hecha en colaboración con el grupo de arquitectos cubanos SACMAG (Sáenz, Cancio, Martín, Álvarez y Gutiérrez), donde Candela tuvo oportunidad de aplicar paraguas de varios tipos en bodegas, talleres y estacionamientos. La espectacular planta embotelladora conforma el edificio más singular del conjunto; está constituida por seis bóvedas de arista de 30 metros de claro (los cascarones más grandes de cuantos construyó) que cubren un espacio luminoso y diáfano de más de 5,000 metros cuadrados de superficie (28).

La última obra importante de Candela fue el Palacio de los Deportes, proyectado en colaboración con Enrique Castañeda y Antonio Peyrí para los Juegos Olímpicos de 1968, en el que sustituyó el uso de los cascarones de concreto, poco aptos para grandes claros, por una económica e ingeniosa estructura metálica semiesférica; la superficie está dividida en segmentos cuadriculares en los que se insertan unas subestructuras alabeadas recubiertas con chapa de cobre, que se apoyan perimetralmente en las crucetas que forman las cerchas. Este particular “caparazón” cobrizo es uno de los hitos urbanos de la ciudad de México.

Los paraboloides hiperbólicos de Candela marcaron toda una época en la arquitectura mexicana. Estas cubiertas basaban su rentabilidad en la mano de obra -barata y de primera calidad- que aportaban los carpinteros y albañiles mexicanos, y en la poca cantidad de concreto empleado (el espesor promedio de los cascarones era de 4 centímetros). La clave de su proceso constructivo estaba en la compleja elaboración de la cimbra, hecha a base de duelas de madera que conformaban la superficie alabeada de la cubierta; tras colocar el armado se vaciaba la mezcla y, una vez que fraguaba el concreto, se desprendía la cimbra; el cascarón tomaba así su forma definitiva. Cubiertas Ala inició su declive a mediados de los sesenta, cuando este tipo de estructuras dejó de ser rentable al establecerse un nuevo salario mínimo para los trabajadores y encarecerse la madera, materia prima fundamental para hacer la cimbra. En 1971, cuando los cascarones habían dejado de ser rentables y su empresa se encontraba en horas bajas, aceptó la oferta de la Universidad de Illinois para incorporarse a su planta docente; vivió desde entonces en los Estados Unidos. Tras su partida, Cubiertas Ala cerró sus puertas.

Arquitectos mexicanos nacidos en españa

De la obra de arquitectos de la generación hispano-mexicana destaca la realizada por José Luis Benlliure Galán, Imanol Ordorika Bengoechea, Héctor Alonso Rebaque y Ángel Azorín Poch.

El Conjunto Aristos en la Avenida de los Insurgentes (Ciudad de México, 1961), ejemplo de adecuada inserción urbana y elegante expresión formal, es la obra maestra de José Luis Benlliure Galán (nieto del famoso escultor español Mariano Benlliure e hijo del arquitecto exiliado José Luis M. Benlliure y López de Arana), que unos años atrás había construido el Seminario Menor de la ciudad de México. Su sensibilidad (fue un magnífico dibujante y acuarelista) quedó plasmada en su variada producción arquitectónica, en particular en sus intervenciones de marcado carácter contextualista en los centros históricos de Oaxaca (Programa de remodelación de atrios y espacios abiertos para la Secretaría de Patrimonio Nacional, adecuación del exconvento de Santa Catalina como hotel) y de la Ciudad de México (ampliación del Museo de San Carlos, plaza del Palacio de Bellas Artes, Museo Mural Diego Rivera, edificio en la esquina de 5 de mayo y Bolívar). En los años sesenta desarrolló un interesante proyecto para la nueva Basílica de Guadalupe, proponiendo ubicarla en la cima del cerro del Tepeyac. Este proyecto no llegó a realizarse; el nuevo templo, consagrado en 1976, está atribuido a Pedro Ramírez Vázquez, pero en realidad el peso del proyecto recayó en Benlliure. Entre 1979 y 1985 hizo varias casas en Valle de Bravo que muestran su capacidad para hacer una arquitectura adecuada al sitio. En 1991 fue distinguido por la UNAM con el Premio Universidad Nacional en el área de Arquitectura y Diseño. Por la calidad y trascendencia de su obra, José Luis Benlliure ha sido calificado como “un clásico de la arquitectura contemporánea de México”.(29)

La obra de Imanol Ordorika Bengoechea se caracteriza por una composición sobria y funcional, de potente expresividad formal. En 1958 se inauguró el Hotel Elcano de Acapulco, su primera obra relevante y uno de los primeros edificios levantados sobre la hoy saturada playa de La Condesa; (30) años después hizo para el desarrollo turístico “El Cid” en Mazatlán el hotel del campo de golf (1974) y el hotel de playa (1982). Su producción abarca un buen número de casas-habitación y varios edificios construidos en diferentes zonas de la República, como el Hospital del IMSS en Mexicali (1961), el Banco Mexicano de Occidente en Hermosillo (1966), edificios de oficinas en el D.F (Honeywell, 1966, Avenida Insurgentes 670, 1969) y el Conjunto habitacional INFONAVIT Iztacalco (1974). Incursionó también en la arquitectura educacional con proyectos de gran envergadura: Universidad Anahuac (1965-76), Centro Educacional Albatros (1971), Secundaria Cumbres (1974) y la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (1972-75). Ordorika extendió su campo de acción a la pintura y la escultura; en 1975 se presentó una exposición de su obra plástica en el Palacio de Bellas Artes.

Héctor Alonso Rebaque, egresado como ingeniero-arquitecto del Instituto Politécnico Nacional, levantó gran cantidad de obra (edificios de oficinas, hoteles, bancos, restaurantes, etc.) en diversas zonas de la Ciudad de México como el Paseo de la Reforma, la Zona Rosa y la Avenida de los Insurgentes. Una de las más particulares es la casa que construyó para su familia en el fraccionamiento Jardines del Pedregal: un cuerpo prismático que contiene las habitaciones y las zonas de servicio se macla con un sorprendente paraboloide hiperbólico –diseñado con la colaboración de Félix Candela- que alberga la zona de estar, el comedor y un pequeño estudio (los dos últimos en la parte baja y alta, respectivamente, de un tapanco que aprovecha la gran altura del cascarón de concreto armado).

Por su parte, Ángel Azorín Poch fue fundador y gerente de empresas (entre ellas la de Fernando Rodríguez Miaja) con las que construyó obra pública y privada en diversas zonas del país. En 1972 ganó, con la colaboración de su padre y de su sobrino Telmo Azorín Bernárdez, el concurso convocado por el Centro Republicano Español de México para levantar un monumento a Lázaro Cárdenas en el Parque España de la colonia Condesa. Los Azorín ganaron aquel certamen con el pseudónimo “Tres generaciones” (español exiliado, hispano-mexicano y mexicano hijo del exilio). Su propuesta: una mano tendida, realizada con potentes bloques de concreto, que representa la generosa acogida que el pueblo mexicano brindó a los refugiados republicanos. Fue por iniciativa de Ángel Azorín, a través de un enorme y perseverante esfuerzo personal, que la Federación de Colegios de Arquitectos de España se dignó a realizar, en octubre de 2004, un acto de desagravio a los 83 arquitectos republicanos sancionados por el régimen franquista en los primeros años de la posguerra; entre esos sancionados estaba su padre, Francisco Azorín Izquierdo.

3. Otras disciplinas

Como se ha comentado, este trabajo quedaría incompleto si sólo hiciera referencia a la labor de los arquitectos, pues personajes dedicados a disciplinas afines (aparejadores, ingenieros, escenógrafos, críticos e historiadores del arte) hicieron aportaciones que deben ser consideradas para completar el panorama de la presencia del exilio español en la arquitectura mexicana.

Constructores, calculistas, aparejadores

Un nutrido grupo de ingenieros refugiados (agrónomos, industriales, civiles, calculistas, aeronáuticos, de minas), mucho más numeroso que el de los arquitectos, dejó una huella importante en diversos campos del México contemporáneo (31). En el de la arquitectura incursionaron ingenieros que crearon compañías constructoras donde trabajaron como proyectistas varios arquitectos, tanto españoles como mexicanos; entre las que tuvieron más éxito están El Águila, de los hermanos José, Jerónimo y Juan Bertrán-Cusiné, y la Compañía Constructora del Centro, de Fernando Rodríguez Miaja. Algunos ingenieros de caminos, canales y puertos (profesión equivalente en México a la de ingeniero civil), como Carlos Gaos y Manuel Díaz Marta, o los hispano-mexicanos Daniel Ruiz Fernández y Francisco Montellano Magra, tuvieron participación en gran cantidad de obras, en ciertos casos desde puestos directivos en instituciones públicas. Es de destacar la labor de Óscar de Buen, quien desde su empresa de cálculo estructural Colinas-De Buen ha tenido una incursión trascendente en la arquitectura mexicana, participando en el diseño estructural de algunas de las obras más importantes levantadas en los últimos 50 años, desde el Museo de Antropología (1964) hasta el Museo Universitario de Arte Contemporáneo de la UNAM (2008), pasando por el Auditorio Nacional, el Estadio Azteca, la nueva Basílica de Guadalupe o muchos de los rascacielos levantados en el país.

El exilio trajo también a algunos profesionistas con el título de Arquitecto Técnico (profesión desconocida en México), conocidos en España como “aparejadores”, que pudieron abrirse camino en el nuevo medio gracias a sus conocimientos en el oficio de la construcción; es el caso de Domingo José Samperio y Antonio Candela (hermano y socio de Félix en Cubiertas Ala), entre otros.

Escenógrafos

Cabe destacar el trabajo de algunos escenógrafos llegados con el exilio, como Manuel Fontanals, (32) Vicente Petit (33) o Carlos Marichal (34), cuyo talento fue aprovechado por directores de cine, ópera o teatro para crear una “arquitectura efímera” que, en muchos casos, encandiló a los espectadores. Su obra, como es de suponer, ha desaparecido físicamente pero ha quedado impresa para la memoria en fotografías de diversas puestas en escena y en películas como La Barraca (Roberto Gavaldón, Vicente Petit, 1945), En tiempos de la inquisición (Juan Bustillo Oro, Vicente Petit, 1946), Enamorada (Emilio “Indio” Fernández, Manuel Fontanals, 1946) o El castillo de la pureza (Arturo Ripstein, Manuel Fontanals, 1972), entre otras.

Investigación y docencia

Fueron pocos los arquitectos exiliados que incursionaron en la docencia o la investigación arquitectónica (35), en cambio, destacaron en estos campos varios hispano-mexicanos y tres figuras del exilio que no eran arquitectos: José Moreno Villa (Málaga 1887-México 1955), Juan de la Encina (Bilbao 1890-México 1963) y Vicente Martín Hernández.

José Moreno Villa, reconocido crítico e historiador de arte, poeta y pintor, llegó a México en 1938 con el grupo de intelectuales españoles invitados por el gobierno mexicano para fundar La Casa de España, que poco después se convirtió en El Colegio de México. Entre la intensa actividad cultural que desarrolló en ambos países destaca su relación con el ámbito arquitectónico: en España fue asiduo colaborador -y director por un tiempo- de la revista Arquitectura de Madrid, mientras que en sus escritos en revistas del exilio (Taller, Romance, Litoral o Las Españas) y en sus libros editados en México (como La escultura colonial mexicana, 1942, y Lo mexicano en las artes plásticas, 1948) aparecen interesantes aportaciones sobre temas relativos a la arquitectura novohispana.

El crítico de arte Juan de la Encina (seudónimo de Ricardo Gutiérrez Abascal), que fue director del Museo de Arte Moderno de Madrid durante el periodo republicano, trabajó en la Casa de España en México y publicó varios ensayos sobre las bellas artes. El Seminario de Historia de la Arquitectura que impartió en la UNAM dejó huella; en él se formaron investigadores, críticos y profesores de teoría e historia de la arquitectura que han tenido destacadas trayectorias, entre ellos los hispanomexicanos José Luis Benlliure y Juan Benito Artigas. Los cursos que dictó en este seminario quedaron recogidos en los libros El estilo (1977) y El espacio (1978), publicados por la UNAM. Actualmente, una de las Cátedras Especiales de la Facultad de Arquitectura lleva su nombre.

Por su parte Vicente Martín Hernández, que había fundado la empresa Ras-Martín con Eduardo Robles en sus primeros años de exilio, llegó a ser profesor de Historia de la Arquitectura en la ENA. La UNAM publicó, en 1981, su libro Arquitectura doméstica de la ciudad de México (1890-1925), texto fundamental para el estudio de la vivienda construida durante el porfiriato y el periodo pos-revolucionario en las nuevas colonias de la capital. Martín fue autor del capítulo "Arquitectura porfiriana" que abre uno de los mejores estudios corales que se han hecho sobre la arquitectura mexicana del siglo XX. (36)

La obra publicada por el hispano-mexicano Juan Benito Artigas, investigador de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, es referencia obligada en el estudio y la difusión de la arquitectura virreinal; sus libros La piel de la arquitectura: murales de Santa María Xoxoteco (1979), Capillas abiertas aisladas de México (1992) y Metztitlán, Hidalgo: Arquitectura del siglo XVI (1996), y sus escritos sobre arquitectura novohispana en el estado de Chiapas, se han convertido en clásicos sobre el tema. Artigas, además, ha trabajado en la restauración de varios monumentos históricos del país.

Desde las aulas, varios arquitectos del exilio, en particular hispano-mexicanos, participaron en la formación de nuevas generaciones de profesionistas mexicanos. Óscar Coll fue uno de los fundadores de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, donde dictó cátedra (37). Félix Candela dio clases en la UNAM desde 1953 hasta que emigró a los Estados Unidos en 1971. Su discípulo y estrecho colaborador Juan Antonio Tonda sigue impartiendo cursos de estructuras a nivel posgrado en la UNAM, donde enseña desde 1954; su investigación sobre estructuras laminares de concreto quedó recogida en Paraboloides hiperbólicos (1969) y Cascarones de concreto armado (1973), y en años recientes publicó un libro sobre Félix Candela. (38)

Antonio Peyrí y José Luis Benlliure fueron piezas fundamentales en la renovación de los criterios pedagógicos para la enseñanza de la arquitectura, promovida por el movimiento de Autogobierno en el seno de la ENA a principios de los años setenta; Benlliure, profesor de diseño, historia y teoría de la arquitectura, enseñó además en la Universidad Autónoma Metropolitana y en las universidades Iberoamericana y Anahuac. Imanol Ordorika tuvo también una larga y reconocida trayectoria como profesor de diseño arquitectónico en la UNAM y en la Anahuac.[39] Vicente Martín fue un querido profesor de historia de la arquitectura en nuestra máxima casa de estudios; una brillante trayectoria docente en esta materia le ha valido a Juan Benito Artigas ser reconocido como Profesor Emérito de la UNAM.

Nile Ordorika y Pilar Tonda, hermanas de los arquitectos antes citados y, como ellos, egresadas de la UNAM, han dedicado buena parte de su vida a la docencia, la primera –autora del libro El convento del Carmen de San Ángel- en la UNAM y la segunda es profesora-investigadora en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). Varias generaciones de arquitectos guardan un entrañable recuerdo de estas maestras.

4. Reflexiones finales

Es bien sabido que el Estado español sufrió una terrible sangría cultural con el éxodo que provocaron la guerra civil de 1936 y el régimen totalitario que instauró Francisco Franco a partir de 1939. Muchos políticos, intelectuales y artistas de avanzada, que estaban dando nuevos rumbos a la cultura española, tuvieron que abandonar su tierra. Pero también sufrieron el destierro muchos niños y jóvenes que acompañaron el éxodo de sus padres, dejando huérfano a su país de un futuro que se desarrolló en otras latitudes.

Los arquitectos exiliados en México formaron un grupo cohesionado, con múltiples interrelaciones entre sí. Tuvieron la fortuna de llegar a un país que los acogió en momentos dramáticos y les brindó la posibilidad de seguir ejerciendo su oficio en un ambiente de paz y libertad. La traumática experiencia del exilio generó entre estos profesionistas respuestas diversas: para unos significó un lastre que los dejó anclados en la nostalgia y en la esperanza del regreso a España; para otros, el descubrimiento de una riquísima cultura y de un amplio territorio para poner en práctica su oficio y sus ideas, supuso un aliciente que los llevó a realizar una fecunda actividad que se extendió, en algunos casos, más allá del campo profesional.

Si tomamos en cuenta la destacada labor que realizaron los arquitectos de la generación hispano-mexicana, permeada por una conciencia de compromiso y gratitud con su “patria de destino” (usando el término acuñado por José Gaos) y reflejada en la postura ética con la que afrontaron su vida profesional, podemos afirmar que este grupo fue una de las aportaciones más valiosas del exilio español a la arquitectura mexicana.

Es difícil aquilatar el impacto que tuvo el exilio español en un contexto arquitectónico tan amplio y rico como el mexicano. En las trayectorias profesionales de los arquitectos exiliados se pueden detectar aportaciones relativamente valiosas que, salvo el caso excepcional de Félix Candela, generaron un impacto discreto en dicho contexto. Sin embargo, en conjunto configuraron un grupo de profesionales de altísima calidad que, con su sólida formación, experiencia y compromiso ético, contribuyó al enriquecimiento del país que los recibió.

Como se ha comprobado, el éxodo republicano representó una pérdida significativa para la arquitectura española, pues su partida dejó al país sin los motores del cambio que se estaba gestando en ese ámbito durante la Segunda República. La trayectoria de los arquitectos exiliados había caído en el olvido tanto en España como en los países de destino, con contadas excepciones. Afortunadamente su memoria se ha venido recuperando, como demuestran dos hechos relativamente recientes: por un lado, el Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España realizó en octubre de 2004 un acto de desagravio a los 83 arquitectos republicanos que sufrieron la depuración política del régimen franquista en los primeros años de posguerra,[40] y por otro, el Ministerio de Vivienda reivindicó la trayectoria de 49 arquitectos exiliados con la exposición “Arquitecturas desplazadas. Arquitecturas del exilio español”, presentada entre mayo y julio de 2007 en Madrid, y con la publicación del libro-catálogo del mismo título, que ha sido merecedor de prestigiosos reconocimientos.[41] Esperemos que se siga trabajando en esta necesaria recuperación de la memoria histórica.

notas

[este artículo fue originalmente presentado durante el 53 Congreso Internacional de Americanistas (Ciudad de México, julio de 2009) en el seminario "Presencia de las migraciones europeas en la arquitectura latinoamericana del siglo XX", coordinado por Juan Ignacio del Cueto y Henry Vicente. Las 16 ponencias presentadas en este simposio fueron publicadas por el Centro de Investigaciones y Estudios de Posgrado de la Facultad de Arquitectura de la UNAM. México D.F., 2009, ISBN: 978-607-02-0857-7]

1
La trayectoria de 49 arquitectos españoles que partieron al exilio está recogida en: Vicente, Henry (ed.), Arquitecturas desplazadas. Arquitecturas del exilio español, Ministerio de Vivienda, Madrid, 2007.

2
Bohigas, Oriol. Arquitectura española de la Segunda República, Tusquets, Barcelona, 1970, p. 128.

3
La relación de arquitectos exiliados en México está basada en datos aportados por Bernardo Giner de los Ríos (Cincuenta Años de Arquitectura Española, 1900-1950. Colección Cultura Para Todos, Nº 10, Patria, México, D.F., 1952. pp. 120-131) y Arturo Sáenz de la Calzada ("La Arquitectura en el Exilio", en Abellán, Jose Luis, Ed. El Exilio Español de 1939. tomo V. Taurus, Madrid, 1978, pp. 59-89)

4
Del Cueto Ruiz-Funes, Juan Ignacio. Arquitectos españoles exiliados en México. Su labor en la España republicana (1931-1939) y su integración en México. Tesis Doctoral, Universidad Politécnica de Cataluña, Barcelona, 1996.

5
García Verdugo, Francisco, Ed. Francisco Azorín Izquierdo. Arquitectura, urbanismo y política en Córdoba, 1914-1936, Universidad de Córdoba, en prensa.

6
Cabe señalar que Rodríguez Orgaz fue el único de los arquitectos exiliados que había estado en México antes de la diáspora, haciendo levantamientos arqueológicos en Teotihuacan y Xochicalco a mediados de los años 30 (algunos de sus estudios fueron publicados en la revista Arquitectura de Madrid antes de la guerra).

7
Los tres fueron sancionados, como la mayoría de los arquitectos exiliados, cuando los Colegios de Arquitectos de España dictaron, tras la Guerra Civil, las Actas de Depuración Socio-política de arquitectos. Para mayor información ver: Del Cueto, Juan Ignacio “Depuración político-social de arquitectos en la España de posguerra”, en Bitácora-Arquitectura N° 13, invierno 2004, Facultad de Arquitectura, UNAM.

8
No se han conseguido datos biográficos sobre Tomás Auñón, que pertenecía a una promoción cercana a la de Oscar Coll.

9
En aquellos años sólo había dos escuelas de arquitectura en España: Madrid y Barcelona. Segarra había iniciado la carrera en Barcelona, pero la terminó en Madrid; Caridad hizo el camino inverso. Ramonell y Gay no llegaron a titularse.

10
La mayoría tardó muchos años en homologar su título y algunos ni siquiera lograron hacerlo.

11
Miguel Bertrán de Quintana se tituló en Barcelona en 1899 y fue profesor en esa escuela; en 1910 fue comisionado para construir en México el pabellón español en las fiestas del centenario de la Independencia y poco después se estableció en el país. Fue durante años el arquitecto de la Beneficencia Española. En 1937 la UNAM, donde impartió cátedra, publicó su libro El sol en la mano. Estudios de Iluminación, orientación y relojes solares, texto de consulta básica para los interesados en iluminación natural y gráficas solares.

12
El SERE (Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles) y la JARE (Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles) fueron los dos principales organismos de ayuda que organizaron las expediciones de refugiados y su recepción en México. Pusieron en marcha mecanismos para generar puestos de trabajo que paliaran el problema laboral de los refugiados. Para ello crearon empresas de todo tipo: farmacéuticas, editoriales, pesqueras, agrícolas, mineras y constructoras. Estas últimas, como cabe suponer, emplearon a un buen número de los arquitectos recién llegados.

13
José Luis Mariano Benlliure fue jefe de proyectos en la constructora de los hermanos Bertrán Cusiné, en la que también trabajó Bernardo Giner de los Ríos. Esteban Marco se asoció con Fernando Rodríguez Miaja en su primera compañía constructora.

14
Fue presidente del Centro Esperantista de México, al que dio un gran impulso. Azorín había publicado en Madrid, en 1932, un diccionario de terminología arquitectónica comparada en seis idiomas -inglés, francés, italiano, alemán, español y esperanto- titulado Universala Terminologio de la Arkitekturo.

15
Estos cines, con capacidad para 4,400 espectadores (los de mayor aforo en la época) fueron inaugurados en 1947, poco después de que Giner partiera a París para trabajar con el gobierno de la República en el exilio.

16
Arquitectura-México N° 25, junio de 1948, pp. 274-278. El edificio sufrió daños estructurales en el terremoto de 1958, por lo que tuvo que ser demolido.

17
Giménez Siles había sido presidente de la Cámara del Libro y secretario general de la Agrupación de Editores Españoles antes de llegar a México. EDIAPSA (Edición y Distribución Ibero Americana de Publicaciones, S.A.) fue fundada por intelectuales y técnicos exiliados y mexicanos, entre los que destacaban Enrique Diez-Canedo y Martín Luis Guzmán.

18.
Juan Luis Buñuel, correo electrónico a Juan Ignacio del Cueto, 23 de enero de 2009.

19
La cúpula semiesférica que cubre su salón de fiestas fue realizada en colaboración con Candela.

20
Ingeniero de Caminos, hermano de José Gaos. Al llegar trabajó en las obras de la Colonia Agrícola Santa Clara en Chihuahua al lado de Félix Candela, bajo la dirección de Martí.

21
Fue triste el destino del otrora frecuentado Casino de la Selva: tras muchos años cerrado, hoy es un centro comercial de una cadena trasnacional. Su obra estuvo rodeada de polémica, pues durante su construcción echaron abajo el cascarón de concreto armado que había construido Candela para el restaurante; ante la reacción de la opinión pública, decidieron reconstruir la estructura como cafetería, obra que estuvo a cargo de Juan Antonio Tonda, estrecho colaborador de Candela en Cubiertas Ala.

22
Entre otros servicios, Ras-Martín brindó asesoría a grandes almacenes en cuestiones de publicidad y diseño de aparadores. Tuvo un taller de carpintería en el que se realizaban los muebles diseñados por el equipo. Fue una de las primeras empresas en instalar en México graderías metálicas desmontables para actos públicos (sistema patentado por Robles).

23
Los socios fundadores fueron sus hermanos Antonio y Julia y los arquitectos mexicanos Fernando y Raúl Fernández Rangel. Cubiertas Ala funcionó como una empresa familiar: Félix desarrollaba los proyectos y el cálculo estructural, Antonio se encargaba de la dirección de obra y Julia de la administración.

24
En sus 26 años de vida (1950-1976) la empresa desarrolló un impresionante volumen de obra: la relación de encargos de Cubiertas Ala arroja un total de 1.439 proyectos, de los que llegaron a construirse 896; más del 90% de ellos fueron para edificios industriales.

25
El paraboloide hiperbólico es una superficie de doble curvatura anticlástica (las dos curvaturas tienen su concavidad en direcciones opuestas). El hecho de ser una superficie reglada (constituida por líneas rectas) facilita la construcción del encofrado.

26
En el archivo de la empresa queda constancia de más de cuarenta arquitectos que se acercaron a solicitar su asesoría o colaboración, entre los que destacan los nombres de Mario Pani, Juan Sordo Madaleno, Enrique Yáñez, Pedro Ramírez Vázquez, Enrique de la Mora, Max Cetto o Vladimir Kaspé.

27
El proyecto fue firmado por Sáenz de la Calzada; los vitrales y murales de mosaico son obra de José Luis Benlliure Galán. Sobre un esquema basilical de tres naves, Candela coloca una sucesión de paraguas que al ser deformados al extremo adquieren una expresión plástica de gran potencia.

28
En el mismo conjunto, a pocos metros de la planta embotelladora, se ubica el elegante edificio de oficinas de la compañía, única obra que hizo en Latinoamérica Mies van der Rohe, uno de los grandes maestros del Movimiento Moderno.

29.
López Rangel, Rafael. “José Luis Benlliure, un clásico de la arquitectura contemporánea de México” en Bitácora-Arquitectura N° 9, Facultad de Arquitectura, UNAM, abril-junio 2003.

30
Las bellas palapas que protegían el restaurante-bar de playa, diseñadas en colaboración con Benlliure, desaparecieron tras la irrespetuosa remodelación que sufrió el Elcano hace unos años, que vino a modificar también su elegante apariencia interior.

31
Para mayor información sobre este tema, ver LÓPEZ DE HARO, Gonzalo, “Ingenieros”, en Científicos y humanistas del exilio español en México, Academia Mexicana de Ciencias, México, 2006, pp. 99-117.

32
Para mayor información ver: Peralta Gilabert, Rosa. Manuel Fontanals, escenógrafo. Teatro, cine y exilio. Editorial Fundamentos, Madrid, 2007.

33
La investigadora Elisa Lozano ha recuperado la memoria de Vicente Petit Alandi, “técnico decorador cinematográfico” según reza su registró de llegada a Veracruz a bordo del Sinaia. Destaca su colaboración con el director mexicano Roberto Gavaldón.

34
Siendo muy joven, y después de hacer algunas escenografías para teatro y ópera en México, Carlos Marichal se trasladó a Puerto Rico, donde tuvo una trayectoria muy destacada. Uno de los teatros del Centro de Bellas Artes de San Juan lleva su nombre.

35
Giner de los Ríos y Sáenz de la Calzada realizaron una investigación meritoria sobre los arquitectos españoles en el exilio, referida anteriormente, que ha servido para rescatar parte de su propia historia.

36
VV.AA. Apuntes para la Historia y Crítica de la Arquitectura Mexicana del siglo XX: 1900-1980. Cuadernos de Arquitectura y Conservación del Patrimonio Artístico. México, SEP/INBA, 1982.

37
La biblioteca de esta escuela lleva el nombre de Óscar Coll.

38
Tonda, Juan Antonio. Félix Candela, CNCA, México, 2000.

39
Pinturas de Peyrí y Ordorika adornan la biblioteca Lino Picaseño de la Facultad de Arquitectura de la UNAM. Jose Luis Benlliure da nombre a la galería de exposiciones temporales de la misma institución.

40
El acto de se llevó a cabo en Madrid, en las Arquerías de los Nuevos Ministerios, el 29 de octubre de 2004. Allí se entregaron certificados a los arquitectos sancionados “en conmemoración y desagravio por tan triste episodio de la memoria histórica de nuestra profesión”. Los reconocimientos fueron recibidos por sus descendientes pues casi todos los homenajeados habían fallecido.    

41
El libro-catálogo Arquitecturas desplazadas. Arquitecturas del exilio español, publicado por Ministerio de Vivienda de España (Madrid, 2007) y editado por Henry Vicente, con colaboraciones de Fernando Álvarez Prozorovich, Luisa Bulnes, Lorenzo González Casas y Juan Ignacio del Cueto, recibió el Premio “Julius Posener Catalogue Award 2008” que otorga cada tres años el prestigiado Comité Internacional de Críticos de Arquitectura (CICA) de la Unión Internacional de Arquitectos (UIA), y una Mención de Honor en la categoría de "Teoría, historia y crítica de la arquitectura, el paisajismo y el urbanismo" en la XVI Bienal Panamericana de Arquitectura de Quito 2008.

referencias bibliográficas

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DEL CUETO RUIZ-FUNES, Juan Ignacio. Arquitectos españoles exiliados en México. Su labor en la España republicana (1931-1939) y su integración en México. Tesis Doctoral, Universidad Politécnica de Cataluña, Barcelona, 1996.

________ “Arquitectos”, en Científicos y humanistas del exilio español en México, Academia Mexicana de Ciencias, México, 2006, pp. 31-47.

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________ "El Sanatorio Español de México", en AA.VV. (Carlos SAMBRICIO (ed). Manuel Sánchez Arcas. Arquitecto, Colección Arquithemas N° 12, Fundación Caja de Arquitectos + Fundación Colegio Oficial de Arquitectos, Madrid, 2003, pp. 89-97.

________ “México”, en AA.VV. (Henry VICENTE, ed). Arquitecturas desplazadas. Arquitecturas del exilio español. Ministerio de Vivienda de España, Madrid, 2007, pp. 142-159.

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GINER DE LOS RÍOS, Bernardo. 50 años de arquitectura española (1900-1950). Editorial Patria, México, 1952.

LÓPEZ DE HARO, Gonzalo. “Ingenieros”, en Científicos y humanistas del exilio español en México, Academia Mexicana de Ciencias, México, 2006, pp. 99-117.

SÁENZ DE LA CALZADA Arturo. “La arquitectura en el exilio”. En: ABELLÁN, J. L. (ed). El exilio español de 1939, tomo V. Taurus Ediciones, Madrid, 1978, p. 59-89.

sobre el autor

Arquitecto (UNAM, 1986), Doctor en Arquitectura (UPC, 1996), Premio Extraordinario de Doctorado UPC por su tesis doctoral Arquitectos españoles exiliados en México. Su labor en la España republicana (1931-1939) y su integración en México. Investigador Titular de Tiempo Completo, especialista en arquitectura del siglo XX, Centro de Investigaciones y Estudios de Posgrado, Facultad de Arquitectura, UNAM. Editor de la revista Bitácora-Arquitectura (FA-UNAM, 1998-2004), Coordinador del Taller Max Cetto (FA-UNAM, 2001-2004), Profesor Visitante (Universidad de Puerto Rico, 2005-2006), ha dictado cursos y conferencias en España, Cuba, Puerto Rico, Ecuador, Chile y México

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